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Tercera novela. (Fandom: Tokio Hotel/ HIATUS)

28 abr 2012

Capítulo dieciocho



—¿Pero qué demonios pasó? —preguntó al ver a Georg y a Gustav en la entrada del hospital.

—Nadie se explica cómo sucedió, es demasiado extraño —respondió Georg mirando el jardín. 

Tom bajó su mirada pensativo. 

—Y yo tampoco lo entiendo, no tenía ningún arma punzo cortante en su habitación, ¿cómo logró lastimarse? —se preguntó Gustav atónito. Georg, se percató que el de rastas se había desconectado de la conversación; movió su hombro obligándole a que levantara su mirada.

—¿Qué sucede? 

—Yo… eh, nada. —Balbuceó. 

Y lo cierto era, que pasaban demasiadas hipótesis en su cabeza pero ¡todas eran locuras! Si, solo eso. 

Georg golpeó ligeramente su brazo. —Te vas a descansar dos días y mira de todo lo que te pierdes.
Gustav rió y Tom solo sintió un dolor en su estómago… a él no le parecía nada gracioso.

***

Su turno había terminado y al notarlo, casi salió corriendo de aquel lugar pero el Director le impidió que hiciera su huida. 

—Sr. Kaulitz, ¿está bien? Lo noto algo pálido —espetó extrañado al ver el aspecto de su trabajador.
Tom seguía impactado por lo que había visto en la sala de seguridad; quiso convencerse de que se trataba de un invento de su mente pero se dio cuenta que eso no iba a funcionar, lo que había visto y escuchado era cien por ciento real y lo peor es que no encontraba una razón lógica para lo sucedido. 

—Me siento un poco mal, pero si duermo un poco me recuperaré —respondió con voz temblorosa. Estaba asustado. Baecker entrecerró sus ojos pero quiso creerle. 

—Solo quería informarle que sus días de descanso por fin están acomodados. Regresará el jueves.
Tom se encogió de hombros, eso le alegraba un poco ya que realmente extrañaba dormir por las noches pero… 

—¿Y quién cuidará de Kimberly? 

—Descuide, solo serán dos días. Podremos sobrevivir —le aclaró—, además Sr. Kaulitz, ya necesitaba descansar de aquí. No lleva mucho tiempo trabajando en el hospital, pero aún así sé que es algo pesado.
—Entonces, lo veré el jueves —se despidió un poco inconforme. 

—Que le vaya bien. 

Una pequeña sensación de culpa lo invadió, había dejado a Kimberly molesta y no iba a poder ir esa noche a pedirle disculpas. —Suspiró—. Solo esperaba que el jueves no sea una pesada jornada o que Kimberly no se le ocurra atacarlo por la espalda… Si, se había tomado la plática de David muy enserio. Eso era todo, él no quería problemas aunque… 
… había sentido una pequeña conexión con aquella joven, al verla, le recordó a Bill inmediatamente por su carácter, por su mirada, porque es tan misteriosa y tímida como su hermano. Sintió que ella era como su pequeña hermana, algo extraño, lo sabía, pero esa fue su sensación y solo de pensar que se encontraba encerrada, sola, en ese lugar, creyó que sería conveniente ir a visitarla cada vez que le tocaba rondar por los pasillos para hacerle un poco de compañía al menos, pero, al parecer, todo fue una mala idea. 

Ya casi era momento de bajarse del autobús. —Mierda —se quejó ya que su cerebro le recordó que se encontraba solo en su departamento y una pregunta resonó en su mente “¿Y si escucha más ruidos, pero ahora, en su habitación?” Negó con fuerza, por el momento, no iría a su casa. Tal vez, ir a ver a Bill le calmaría un poco. 

Era muy temprano y la entrada del hospital no estaba llena de personas, solo muy pocas entraban o salían. Todo lucía tranquilo. 

Al bajarse del autobús, se estiró un poco y se acomodó su mochila; se sintió más tranquilo al tener un poco de gente a su alrededor y el miedo que le había ocasionado el video bajó poco a poco pero la maldita duda no desaparecía ¿por qué se creo eso? ¿Una falla, acaso? Le quiso decir a Gustav lo que había pasado pero pensó que no le iba a creer y que solo se iba a burlar en su cara. Iba a hacer una pérdida de tiempo.

—¿Iris? —Se cuestionó a sí mismo al ver a la chica —que se abrazaba a sí misma por el frío— bajar las escaleras del hospital para ir rumbo a su casa. Su amiga la había sacado de sus pensamientos. 

Dio una débil sonrisa, al parecer se había animado a visitar a Bill y eso le alegró mucho. 

—¡Tom! —Al escuchar su nombre, volteó hacia arriba; era su padre—. Justamente iba a comprar un poco de comida, ¿me quieres acompañar? 

—Eh… quisiera ir con Bill, papá. 

Gordon lo detuvo del brazo y lo acercó a él. 

—Por favor, vamos. Sirve que desayunas tú también. —Insistió y dio una ágil mirada hacia las puertas del hospital. Tom se percató de ello y también de que se encontraba un poco ansioso, ¿qué pasaba? 

—¿Pasa algo malo con Bill? —Gordon negó. 

—Pero quisiera que me acompañes, terminamos de desayunar y regresamos para que veas a tu hermano.
El de rastas no estaba convencido del todo, sentía que algo pasaba ya que Gordon no era un experto mintiendo pero decidió acompañarlo ya que sabía que la única parte que era cierta era que Bill estaba bien. 

—Ok, vamos. 

Un hombre, que salía del hospital se detuvo al ver al chico de rastas manteniendo una plática con Gordon. No se movió, no respiró y no parpadeó pero su corazón, latía con fuerza. 

—Has crecido mucho, Tom —admiró con un nudo en su garganta.

*

—La extraño —confesó Bill—, extraño a Iris. —Gritó—. Me sentí tan desesperado, yo la veía, la escuchaba, la sentía ¡pero no podía tocarla! Y… —se encogió de hombros— no lo volveré a hacer jamás.

Kimberly no lo escuchaba, ni siquiera se dio cuenta que se encontraba con ella. Su cabeza se encontraba helada y es que, habían pasado demasiadas cosas anoche: algo dentro, muy dentro de ella se sintió mal por la forma en que trató a su guardia que lloraba al compartirle una historia de su vida. Nunca antes vio a una persona llorar, además de su madre; había olvidado la impotencia que se sentía al ver a una persona derramar lágrimas y no poder hacer nada para evitarlo. Y por otra y esto, era más preocupante: algo malo rondaba por los pasillos en esa noche; la había visitado a su habitación, pero ella no quería verlo, le tenía miedo. De alguna manera, sabía que ese ser podía llegar a hacer demasiado daño y eso la tenía alerta. Maldición, ¿por qué la buscan a ella, qué es lo que quieren, por qué la acechan?

—¿Kim?

—Lo siento. No te puse atención —habló por fin sin despegar la vista del suelo. Bill suspiró.

—Somos tan parecidos, nos distraemos con facilidad y todo porque no dejamos de pensar en tantas cosas —confesó cruzándose de brazos y se sentó en el suelo—. Pero veo que algo te preocupa, ¿se puede saber qué?

Kimberly negó.

—Son mis cosas, nada importante —Bill hizo una mueca.

—Eso espero.

Había llegado el momento de tomar una ducha, dos enfermeras habían ido a buscarla. Caminaban detrás de ella por el pasillo, Kimberly —como de costumbre— no entabló una conversación con ninguna de ellas, ni siquiera las miró.

Yo… quiero… muerte.
Se detuvo en seco y sus pupilas se dilataron. Giró su mirada hacia la celda de su “vecino” y ahí yacía un hombre que había perdido completamente la cordura, platicando solo y caminando de un lado a otro por su pequeña habitación. Kim apretó sus labios, el ser que había escuchado, no estaba.

—Kimberly, el tiempo corre —le recordó una de las enfermeras incitándole a caminar.

El ser se mostró, pero tarde, Kimberly ya no lo vio. Se encontraba a un lado de la cama de ese paciente, su rostro estaba quemado y desfigurado; y había una enorme mancha de sangre en su bata, en la altura de su estómago.

Por supuesto, pasaba por desapercibido ante un ojo cualquiera. Ese, era el gran problema.


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Me cambiaron las entradas ;_; no le entiendo al blog .-. lakhdlkdg XD. Capítulo largo, espero y lo disfruten *-*
¿Quién es el hombre que se encontraba en el hospital? ¿Kimberly comenzará a ser menos dura con Tom y Bill? ¿Quién es ese "ser"? Muchas preguntas que poco a poco se irán respondiendo :) ¡muchas gracias por leer! *.*
¿Cómo les está pareciendo la novela? ¿Interesante, aburrida, del asco? D: quisiera saber:)!
Las quiero <3! 

22 abr 2012

Capítulo diecisiete.



—Hey Gustav —lo saludó sorprendido al entrar a la sala de video—. ¿Y Georg, él no vino a trabajar el día de hoy?

—Es su día de descanso —respondió volviendo a ver los monitores—. Tom… ¿me puedes decir que hacías metido en la habitación de Kimberly todo este tiempo? 

Tom dio un pesado suspiro. 

—No hacía nada malo, lo juro. —Aseguró tomando asiento a un lado del rubio; éste, volteó a verlo y al sentir su mirada, Tom prosiguió-: Me dijeron que tengo que ganarme su confianza si es que quiero trabajar sin preocupaciones, y eso es lo que trato de hacer, solo eso. —Dejó en claro hundiéndose en la silla. Gustav rió.
—Creo que tu plan no marchó como esperabas —meditó un momento—. Uhm, ¿quieres un consejo? —Tom volteó a verlo— No la fuerces, si ella no quiere hablar, no hables y así, ella se sentirá un poco menos presionada. 

—¿Presionada?

—A ella no le gusta conversar y por ende, se siente incómoda… así que gánate su confianza de otra forma que no involucre tener contacto con ella. 

—Sabes mucho acerca de Kim —espetó alzando sus cejas. Gustav bajó su mirada.

—Si bueno… éramos amigos de niños.

—Uh, ¿y qué pasó? 

Gustav hizo una mueca y volteó a verlo.

—Ni siquiera yo lo sé. —Calló de golpe al percatarse del color rojo que gobernaba en los ojos de su compañero—. Tom, ¿qué pasó? Acaso… ¿acaso estuviste llorando? 

—¿Qué? ¡No! —Aseguró un tanto nervioso y comenzó a reír— ¿por qué dices eso?

—Tus ojos, están rojos.

—Oh, ¿eso? No, no. Todavía no agarro el ritmo con mis horarios y no he dormido como se debe, eso es todo —le informó con una sonrisa a lo que Gustav entrecerró sus ojos.

—Claro, Tom. 

La conversación terminó ahí, los dos se enfocaron en los monitores que daban a ver las diferentes zonas del hospital y dormitorios. 

Las horas pasaban como si fuesen una eternidad, Gustav dejó solo a Tom para dar el recorrido por los demás dormitorios mientras tanto, el de rastas buscaba con que mantener su cabeza ocupada ya que si no pensaba en nada, recordaría a lo que pasó hace horas con Kimberly y no quería pensar en ello y es que tal vez si fue su culpa, le contó algo que ni siquiera la incluía y solo le arruinó su noche; tal vez, debió de haberse aguantado ese sentimiento de frustración un día más y contárselo a otra persona como a su amigo Andreas o hasta su padre, Gordon. —Negó—. ¿En qué demonios pensaba cuando fue con Kimberly? Ella lo menos que quiere saber es sobre más problemas y… maldición, ya le estaba dando vueltas al tema. 

Se puso de pie y comenzó a caminar de un lado a otro por toda la sala y de vez en cuando, volvía a ver hacia los monitores y en una pantalla, vio a su compañero Gustav que caminaba tranquilamente por los pasillos. 

Alzó su vista al techo y respiró profundamente, ahora, pensaba en su gemelo. Aún en ese estado, ¿estará soñando? Y si es así, ¿con quién o con qué sueña? ¿Sabrá que está en un hospital? ¿Recordará el accidente? ¿Siente lo que pasa en su habitación: los doctores, enfermeras que están con él; a su madre y a Gordon… a él? ¿Los siente, los escucha? ¿Se sentirá desesperado?... ¿Qué está sintiendo en estos momentos?
Su cabeza le dolió. ¿Estará al tanto de que está en coma por la culpa de su propio hermano? ¿Estará dispuesto a perdonarle? Tragó saliva. Es lo que más le tenía miedo, que no le dé su perdón. 

Sus pensamientos se cortaron al escuchar una tipo interferencia que provenía de uno de los televisores. Tom caminó hasta ellos y se percató que una cámara comenzaba a fallar ya que la imagen se iba ofreciendo rayas negras y grises; y lo peor, es que era la cámara del último piso dónde tenía el enfoque cerca de la habitación de Kimberly. El chico acercó más su rostro al monitor al comenzar a escuchar una distante voz, ¿acaso Gustav merodeaba por esos rumbos? 

Tomó su radio y llamó a su compañero —Gustav, ¿estás en el último piso? —Silencio. Volvió a llamarle— Gustav, ¿eres tu el que está en el último piso? No te veo. —Otra vez silencio. Al parecer, el radio no funcionaba y la voz distante aún se escuchaba pero no veía al rubio por ningún lado y la imagen en el televisor se volvió a ir. 

—¿Qué mierda está pasando? —cuestionó en susurro y se separó un poco al escuchar la voz más clara; no era la de su compañero. 

…ete… —fue lo que entendió Tom y curioso, le subió el volumen a aquél televisor; demasiada interferencia para su gusto y esa voz tenebroso que se le era difícil de comprender. 

—Gustav, basta, no es gracioso. —Espetó con el radio, pero seguía sin funcionar. Pegó nuevamente la vista en el televisor y la imagen que captaba el pasillo de la puerta de Kim, desapareció. 

… muerte

La puerta se abrió y Tom se pegó un gran susto a lo que se giró bruscamente aferrando sus manos del escritorio. 

—¿Qué te pasa? Parece que has visto un fantasma —le señaló Gustav entrando tranquilo a la sala. 

—Tu… ¿tú no estabas en el último piso? —Preguntó con un hilo de voz. 

—No. A mí no me corresponde, ¿recuerdas?

—Creí haberte escuchado —murmuró con el corazón en la boca.

—¿Qué sucede? Te ves muy asustado.

—… no importa. —Respondió pálido y miró hacia el monitor: la imagen había vuelto y todo estaba en perfecto orden.


Dos días después, y las ambulancias estaban afuera del hospital psiquiátrico. 

—¿Qué pasó? —Preguntó jadeante David. Al responder una llamada de auxilio de su trabajo, salió corriendo de su casa con la preocupación de que se tratara de Kimberly. 

—El vecino de tu paciente, falleció está tarde. —Informó el director observando cómo subían el cuerpo a la 
ambulancia.



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Volví con otro capítulo! :D lo siento por tardarme ;_; . Una muerte e.e ¿quién creen que lo hizo o cómo creen que pasó? e.e kaldhaldkha espero y disfruten de esta lectura y que su fin de semana haya sido cool! Buen lunes el día de mañana, los quiero <3

15 abr 2012

Capítulo dieciséis

Tom estaba sentado en una orilla de la cama, avergonzado y sin saber que decirle; ni siquiera sabía el por qué había decido ir con ella y no con Andreas o con otra persona, simplemente pensó en una persona con la que podía desahogarse y ella fue la primera que apareció en su mente y aún no comprendía aquella razón. Kimberly, estaba en el otro extremo con las manos entre sus piernas y su vista enfocada en ellas; se sentía incómoda, su guardia no hablaba cuando sabía exactamente que quería hacerlo y lo que ella se preguntaba ¿por qué vino a verla? Ella no era buena con las conversaciones y aunque quería ganarse su confianza prefería mil veces que Tom no le contara absolutamente nada de su vida, no quería saber nada de él pero —volteó a verlo—, le inquietaba saber el por qué de su triste mirada.

—Lo siento —espetó Tom poniéndose de pie—, no sé porqué vine aquí… no quiero molestarte más de lo que ya hago, mejor me voy —se despidió apretando sus labios; Kimberly suspiró. 

—No me molestas, además, ¿qué de interesante puedo hacer a estas horas que no sea dormir? —Tom rió— como te habrás dado cuenta, no tengo sueño así que... uhm, si quieres platicar, adelante. —Se animó a decirle; si quería ganarse su confianza quiera o no, tiene que escucharlo cada vez que desee hablarle, pensó. 



Tom hizo una mueca. 

—Tengo un hermano gemelo —soltó sin más—, y… bueno él… él sufrió un grave accidente —cerró fuertemente los ojos.

«Basta de contar las cosas a medias», pensó viéndola a los ojos. 

—¿Accidente? —le cuestionó. 

—Un accidente causado por mí. —Por fin lo dijo— He pasado mucho tiempo esquivando este tema, pero ya no puedo más; la gente ha dado sus versiones y necesito decir la verdadera historia porque ya no soporto más que me señalen a mis espaldas por cosas que no son verdaderas —Kimberly pasó saliva con dificultad y lo miró atónita más no le dijo nada, no sabía que decir. 

—Era el cumpleaños de una amiga… yo me pasé de copas y mi hermano Bill decidió sacarme de aquél lugar antes de que siguiera tomando, él manejó…

… La música estaba demasiado alta gracias a mí y yo la disfrutaba con mi última cerveza en mano; bebía como nunca antes lo había hecho ya que también festejaba la mudanza a un departamento, lejos de mi madre, sólo Bill y yo sin alguien que nos diga qué hacer, cómo hacerlo, cómo vivir, cómo vestir, cómo actuar, no, nada de eso existía ya, sólo nuestras reglas. 

—Demonios Tom, tu música ya me estresó —gruñó Bill apagando la radio. Ya habíamos entrado a la carretera. 

—¡Hey! —Grité frunciendo el ceño y volví a encenderlo— No seas aguafiestas hermano, hay que continuar el festejo por nuestro nuevo departamento —sonreí y Bill también lo hizo. 

—Creo que ya festejaste mucho por ambos —aseguró bajándole al volumen y extrañamente sacudió su cabeza. Estaba tan borracho que lo único que hice fue reírme- ¿Apenas te está haciendo efecto el alcohol? 

— No. —Murmuró cerrando por dos segundos sus ojos y me miró de reojo— Ya deja de tomar, dame eso —me ordenó señalando la cerveza. Yo negué.

— Ya me la voy a terminar. —Le aseguré apartando su mano y reí.

Bill también lo hizo pero calló ya que volvió a sacudir su cabeza de esa manera extraña. 

— ¿Qué te pasa? —Le cuestioné dándole un sorbo a mi bebida.

—Nada —Me respondió de mala gana y volteó a verme—. Por favor, deja de tomar… me estás poniendo de nervios. 

—No es la primera vez que manejas conmigo borracho. –Le recordé y Bill hizo una mueca.

—Es diferente.

—¿En qué? —Bill se quitó el cinturón de seguridad y ligeramente movió su cabeza.

—No lo sé, simplemente lo es. Por favor, baja la cerveza –me volvió a pedir. 

— Ya falta poco –le aseguré meneando la botella— ¡Tranquilo! —Grité esquivando su mano. 

—Tom, bájala, es enserio —Y trató de quitármela otra vez. 

— ¿Qué demonios te sucede Bill? —Cuestioné alarmado y me pesqué de la puerta al sentir que el carro perdía el control por un momento— Bill, ¿qué te pasa? 

Mi hermano sólo negaba.

— Nada… —su voz no sonaba como antes, parecía que le faltaba la respiración.

—¿Bill? —Murmuré bajando la botella al fin y poco a poco mis sentidos iban reaccionando; yo conocía aquella mirada, algo no estaba bien con mi hermano—. Bill, no te sientes bien, ¿cierto? 

—Estoy bien… sólo… sólo deja de tomar –me pidió por lo bajo a lo que yo asentí. 

—Ponte otra vez el cinturón. 

—Deja de tomar. —Pidió en susurro.

—Ya no lo hago, ponte el cinturón —contesté alarmado al percatarme de que cabeceaba.

— Deja de tomar… —cada vez se le entendía menos—. Deja… deja… 

—¡Bill! –Grité, se había quedado inconsciente y todo comenzó a suceder muy rápido para mí.

El carro perdió poco a poco el control y escuché el clacson de otro automóvil que venía justo enfrente de nosotros y como acto reflejo, moví el volante y ya no supe nada más. 

Kimberly no lo miraba a los ojos mientras que Tom no despegaba su ahogada vista de ella; su guardia lloraba y Kim no tenía la fuerza de mirarlo, ya no quería escucharlo. 

—No sé porque decidí contarte esto a ti y no a un amigo cercano, sinceramente no lo sé —confesó con un nudo en la garganta—. Yo no te conozco y tú no me conoces a mí pero… sentí que serías a la única persona que le importaría escucharlo.

—¿Por qué sentiste eso? —Cuestionó con dificultad—. Como dijiste antes, no nos conocemos… —Siguió sin verlo—… tal vez me vale un comino tu historia y tal vez ni siquiera te escuché.

—Pero lo hiciste, me escuchaste y lo sigues haciendo y lo haces porque te importa los sentimientos de los demás. 

—¡Eso no lo sabes! —Le gritó mirándolo de golpe, sus ojos advertían enojo.

— Si, eso lo sé… por la noche anterior. —Le recordó y Kimberly apretó sus labios.

—Vete. Has estado aquí mucho tiempo y ya no quiero verte; vete y llévate tus estúpidos problemas contigo… eso no me incumbe. 

Se levantó dispuesta a sacarlo a patadas. Pero Tom comprendió el mensaje al ver su mirada. 

—Lo siento, ya no diré nada más. —Aseguró retrocediendo— Espero que eso no arruine nuestra amistad.

—¿Amistad? —Soltó incrédula— ¡Por dios! Llevamos de conocernos un día ¡¡un día!! ¿Y para ti eso ya es amistad? Eso no es nada, ¡nada! Ya vete por favor, quiero dormir —ordenó caminando hacia la cama para acostarse y ocultarse bajo la sábana solamente para no verlo más. 

Tom se encogió de hombros y sacó las llaves; ¿por qué pensó que sería buena idea? Todo fue un error y la poca confianza que había entre ellos se había terminado. 

Al estar afuera, soltó un pesado suspiro y volvió a mirar la pequeña ventana que daba a la habitación. Increíblemente, se sentía un poco mejor porque aunque ella no haya querido, lo escuchó con atención y eso le ayudó a sentirse un poco mejor.

Kimberly se aferró fuertemente a la cama al escuchar que los pasos de su guardia se alejaban y volvió a respirar. 

—¿Estás bien Kimberly? —Escuchó que le preguntaba Bill. 

—Te dije que no quería saber nada acerca del accidente y nada acerca de sus vidas; te dije y te repetí que no quería saber nada de nadie. 

—Si, lo sé, ¿pero él como lo iba a saber? 

—No lo sé —respondió en susurro. 

Ella no quería saber nada acerca de los demás porque cuando quería saber, los demás la ignoraban, cuando quería ser escuchada nadie le prestaba atención, cuando quería contar un secreto… nadie estaba ahí para escucharlo. Pues bien, a ellos no les importa, a ella le importa menos. Que se pudran todos con sus problemas y que aprendan a vivir con ellos; ella lo hizo, ¿por qué lo demás no? 
Por un momento había olvidado ese gran motivo, pero agradeció recordarlo en el momento justo; ya no dejaría que la curiosidad le ganara nuevamente. 

Escuchó una difícil respiración cerca de su oído, uno de sus tantos “inquilinos” había aparecido en el momento menos oportuno. Kimberly no tenía la valentía de enfrentársele, así que sólo apegó más la sábana a su cuerpo y cerró fuertemente los ojos.

—Vete. Vete. Vete. Vete. Vete —rogó en murmuró hasta que no lo escuchó más; fue ahí cuando pudo dormir al fin.


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Aquí está el capítulo 16 c: espero y lo disfruten *.* un poco triste :c pero ojalá y sea de su agrado. Mañana todos devuelta a clase (?) buena suerte :D ¡las quiero! <3 

12 abr 2012

<< Capítulo quince >>



— Tom… -el chico dio un quejido en señal de que la escuchaba- te veo algo cansado, ¿has dormido lo suficiente? –Tom no respondió, seguía tocando su guitarra. Las clases habían terminado, era momento de cerrar la pequeña escuela.- Tom –lo llamó tocando su hombro; de este modo, el de rastas dejó de tocar y la escuchó- no has dormido bien, ¿cierto? 

— ¿Qué te hace pensar eso? –Preguntó volteando a verla. Iris llevó sus manos a sus caderas y negó. 

— Tus ojos, te mueres de cansancio –Tom hizo una mueca.

— Extraño, yo me siento de maravilla –le informó volviendo a tomar su guitarra dispuesto a tocar unos acordes más. 

— Hey, a mi no me mientes ¿okey? Te conozco. Ya ve a casa para dormir, yo cerraré está vez –le indicó quitándole la guitarra. 

— Hoy trabajo Iris –le recordó poniéndose de pie- sólo iré a casa a ducharme –la chica hizo una mueca. 

— Espero que la paga sea buena… y no me has dicho, ¿cómo está Bill? 

— Lo será –le aseguró- y… está igual… lo sabrías si fueras a visitarlo, después de todo, es tu amigo –le recordó de mala gana. 

— ¿Qué insinúas? ¿Qué no me importa Bill? –Cuestionó anonada. 

— No digo eso, sólo que una visita al mes por parte de “su mejor amiga” no haría mal –contestó.

— ¡¡Oh!! ¡Perdóname por no ser lo suficientemente fuerte para ver a mi mejor amigo en ese estado! –le gritó al sentirse atacada- Mira Tom… -murmuró tratando de calmarse-… no empieces a imaginar cosas que no son ciertas, he querido ir a ver a Bill… pero con la primera vez que fui, me bastó. Mis piernas temblaron al verlo en ese estado y lo único que quería hacer por la impresión era vomitar ¿sabes? Yo también pude haber terminado así y sólo de pensarlo se me hace un nudo en la garganta, Bill me salvó –hizo una pausa, pero se armó de valor para continuar-… no estoy dispuesta a ver a mi amigo sin aquella sonrisa que le caracteriza, ¡no estoy dispuesta a verlo con todas esas máquinas y tubos a su alrededor!

— ¡Basta! –Gritó a todo pulmón a lo que Iris cerró su boca- Ya… basta… olvida todo lo que dije –espetó recogiendo sus cosas para irse de ese lugar de una vez- y si... Bill te salvó a ti y me salvó a mí.

— ¿A ti? –Tom la miró. 

— De cargar con una culpa más. –Iris se encogió de hombros y cerró pesadamente sus ojos.

— Tom… no quise decir que lo que pasó fue tu culpa; lo que quise decir era que... –suspiró; ni siquiera ella sabía lo que quería decir. 

— No te preocupes Iris –meditó un poco- ¿sabes qué? Olvida que tuvimos esta conversación ¿sí? –Su amiga asintió.

— Creo que es lo mejor. 

— Me tengo que ir o se me hará más tarde –le avisó colgándose su mochila- hasta mañana y… con cuidado. 

— Si, tu igual. 

El ambiente al salir era fresco y el cielo estaba nublado. Al parecer, el invierno se acercaba. Tom se acomodó su suéter y decidió ponerse la gorra de éste sólo por gusto, además, no quería ver a nadie cruzar por su camino en esos momentos. 

Suspiró. Ese aire gritaba por salir de su cuerpo o sino, el nudo en su garganta explotaría. Si, aquél nudo se había formado en el instante en que Iris comenzó a gritarle; sus palabras no le hirieron hasta que mencionó “Bill me salvó”, aquello se le clavó como una espada y lo atravesó. Gracias a Bill, él no se había llevado a una víctima más… 

<<— ¡Chicos! –Les gritó alcanzándolos y la sonrisa que llevaba en su rostro se desvaneció- Bill –su mirada se endureció- ¡Tom! ¿Otra vez? –Preguntó cansada. El de rastas rió a carcajadas. 

— ¡Oh vamos, que esto es una fiesta! –Les recordó y Bill lo fulminó con la mirada. 

— La fiesta se terminó para ti –le dejó en claro tomándolo del brazo- lo siento Iris, pero es mejor irnos ya si quieres seguir teniendo un buen cumpleaños –sonrió de medio lado; su amiga no tuvo otra opción que devolver ese gesto pero no quería que se fueran, al menos no Bill, de hecho, ella deseaba que él fuera el último en irse pero con su hermano, todos sus planes de esa noche se fueron a la mierda. 

— Está bien Bill pero… déjenme acompañarlos, es algo complicado salir de aquí para agarrar carretera. –El chico negó. 

— No somos estúpidos, lograremos encontrarla, no te preocupes. 

— Pero… -Bill la calló con la mirada. 

— Además no te puedes ir de tu propia fiesta, Iris –rió- te veremos mañana. –Respiró profundo- despídete Tom. 

— Iris… si le das mi teléfono a esa rubia de allá, te amaré para toda la vida –le sonrió con picardía a lo que Iris bufó. 

— Adiós Tom. 

— Feliz cumpleaños –le deseo haciendo una pequeña mueca, Bill también deseaba quedarse. 

La chica vio a los gemelos salir del restaurant –bar y se quedó diez segundos más mirando la entrada; algo le decía que iba a pasar mucho tiempo para volver a ver a su amigo, a su amado Bill >>

*

— ¿Ves que Tom es un buen amigo? –Le cuestionó Bill quien se encontraba sentado en el suelo. Kim meditó un poco. 

— Si, es bueno… y muy hablador –recalcó esto último como si fuese algo que no le gustó.
Bill sonrió.

— Él y yo somos iguales en eso. 

— Ya me di cuenta –calló de golpe al escuchar pasos en el pasillo, al girarse, Bill ya no estaba. 

Kimberly no se movió de la cama, sólo esperaba a que hablara para así, actuar. 

— Hey… hola, uhm… ¿puedo pasar? 

Kimberly se giró para encontrarse con sus ojos; algo no estaba bien, su mirada plasmaba tristeza.

— Adelante.

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Aquí está el capítulo 15 :3! Espero y lo disfruten; me inspiré escuchando hermosas melodías de piano y violín ;_; <3 ojalá y hayan tenido un lindo día y que el de mañana sea mejor c: ¡las quiero! <3 

9 abr 2012

<< Capítulo catorce >>



— ¿Cuándo iremos a casa? –Cuestionó la menor- Estoy cansada… -su madre la abrazó e hizo que recargara su cabeza en su brazo. 

— Pronto mi amor, sólo tendremos una pequeña platica con el Señor Jost y nos vamos directo a comprar un helado, ¿te parece? 

— ¿De galleta y con chispas de chocolate? –Preguntó sin despegarse del brazo de su madre. Carla, volteó con su esposo y sin despegar su mirada, le contestó a su hija con un “Sí”. La mujer se sentía la peor basura sobre este mundo, le mentía a su hija y lo peor es que James tampoco le ayudaba para contarle la verdad: Kimberly no regresaría a casa ese día. 

— Señor y señora Höhner, perdone la tardanza –se disculpó el director Baecker abrochándose su bata y estrechó la mano con la del Sr. Höhner- Oh, tú debes de ser Kimberly –La niña sólo se escondió más con su madre, aquél señor no le daba buena espina. 

— Lo siento, es un poco tímida –le aclaró Carla dando una triste sonrisa. 

— Quisiéramos saber, quién será el que tratará a nuestra hija –fue directo al grano- verá, ya hemos ido con muchos psicólogos y todos han sido una pérdida de tiempo y dinero; más vale que éste sea bueno. 

— Oh señor, el Dr. David Jost es uno de los mejores que el hospital ofrece y ya leyó el historial clínico de su hija y créame que le ha interesado demasiado este caso, tranquilo, Kim estará en buenas manos –El director le volvió a sonreír pero Kim sólo miró a su mamá. 

— Más le vale… mire, sólo… sólo queremos que nuestra hija esté bien –le suplicó sobándose la sien; su esposa, como apoyo, le acarició su brazo. 

— No se preocupe, haremos hasta lo imposible para lograrlo, pequeña, ¿cuántos años tienes? –le preguntó con amabilidad.

— Vamos pequeña, respóndele al director –le dijo con confianza su madre; la niña suspiró y con timidez respondió:

— 10… y medio. –El director asintió y se dirigió con el padre de la menor.

— Le tendremos mucha atención y cuidado por ser una niña y las horas de visitas con ella no importará, podrán venir a visitarla cada vez que quieran. 

— Gracias –sonrió su madre pero Kimberly se separó bruscamente de ella y se puso de pie. 

— ¿Visitarme? ¿A qué se refiere? –Preguntó con miedo en sus ojos y comenzó a retroceder. 

— Kim –su madre se levantó- tu padre y yo no te habíamos dicho esto antes porque… -suspiró rendida-… ¡no sabíamos cómo hacerlo! Esto es muy difícil… -la niña veía asustada a los tres adultos y su respiración comenzaba a acelerarse. James, tomó los hombros de su esposa como señal de que le daba apoyo y él continuó con el discurso: 

— Todo esto lo hacemos por tu bien, a partir de hoy, vivirás aquí –Kimberly miró de reojo al director Baecker y pudo ver en su rostro una sonrisa ¡¿por qué sonreía?! 

— No por favor ¡yo no quiero vivir aquí! –Chilló.

— ¡Es por el bien de tu salud! –Contraatacó su padre. La niña negaba. 

— No, ¡no quiero, no quiero, no quiero! ¡¡Ustedes no me aman, por eso me quieren encerrar en este lugar!! 

— ¡Kimberly! –Soltó con sorpresa su madre- ¡Nunca digas eso, nosotros te amamos! Y por eso es que tenemos que hacer esto ¿qué no ves? Tu salud se salió de control… ¡te estás lastimando a ti misma! –La niña sollozó desesperada.

— Pero ya les dije que no fui yo, ¡fue Sam! 

— Kimberly… él no existe –murmuró su padre. 

— No. No. No. Es Sam, se los juro que es él –chilló y vio como el director se aproximaba hacia ella. 

— Kim, es mejor que te calmes, ¿sí? Tomemos esto con calma 

— ¡No me toqué! –Amenazó- ¡yo no viviré aquí! 

— ¡Kimberly! –Gritó su madre al ver que la niña salió corriendo de la oficina de Baecker y rompió en llanto. 

— No llore señora, verá que esto tendrá sus beneficios en un futuro –le aseguró el director. 

— Más le vale.

*

Kimberly bajó corriendo las escaleras y se metió en cada puerta y dio vuelta en cada pasillo que le fue posible hasta que se encerró en una habitación. Su pequeño cuerpo temblaba y sus ojos estaban inundados por las grandes lágrimas que amenazaban por salir; ella no iba a vivir allí, no iba a estar separada de su madre. Su respiración se cortó. Alguien estaba a sus espaldas y de algo estaba segura: no era alguien vivo y tampoco era Sam. 

Con miedo y con lentitud, miró por el rabillo del ojo sintiendo su corazón latir en sus oídos. Chilló. Un hombre con una gran bata de hospital ensangrentada y con la mitad del cráneo destrozado quería tocarla.
— ¡Aléjate de mí! –Gritó a todo pulmón a lo que esa cosa gruñó dispuesto a ir por ella. Kimberly, con el miedo a flor de piel, logró salir de la habitación y puso su peso sobre la puerta; contó hasta diez y corrió como nunca antes lo había hecho. Quería salir de ese lugar ya y al parecer lo había logrado, estaba fuera pero al parecer, se encontraba en el patio de ese lugar. 

— Ven aquí –susurró una voz y la jaló hacia los arbustos, dónde nadie podía verlos ya que las plantas cubrían una buen parte de la pared. 

— Sam –lo nombró anonada- ¿qué es este lugar? ¿Por qué vi a ese hombre? –Calló de golpe- ¡¿Por qué me haces esto?! ¡¿Por qué?! 

— Te pedí tu ayuda por las buenas, no accediste –le recordó- no tuve otra opción, ahora, ¿me ayudarás? –Le volvió a preguntar apretando sus hombros. 

— No. –Le respondió desafiante- No te ayudaré ¡porque eres malo! 

— Yo soy malo porque me obligas a serlo –le dijo haciendo un puchero- ¿quieres que sea bueno? ¡Coopera! ¡¡Dame tu cuerpo!! 

— ¡¡No!! –Le gritó a todo pulmón a lo que Sam gruñó- Ya quiero que te vayas –el rubio retrocedió un paso- ¡vete, vete ahora! –Le ordenó cerrando fuertemente sus ojos- ¡¡vete, déjame en paz!! 

— Yo nunca me alejaré de ti, ¡¿cuántas veces te lo voy a decir?! ¡Me perteneces! 

— ¡¡No!! –Gritó y sintió como alguien la jalaba fuera de ese lugar- ¡No, no, basta, suéltame! 

— Tranquila pequeña –le rogó una voz masculina- ¿cómo llegaste hasta aquí? 

Kimberly abrió sus ojos y borrosamente, vio a un hombre, cabello negro, vestido casual y de unos 25 o 30 años aproximadamente, sobre su hombro, vio a un señor de unos 40 años con una escoba en las manos y a un niño rubio, con lentes negros, que abrazaba la pierna de aquél hombre y veía la escena confundido. 

— ¿Pequeña? –La volvió a llamar. 

— Por favor… no me obligue a vivir aquí –le suplicó exhausta. El hombre la miró atónito, al parecer, aquella niña era su nueva paciente. 

— Acaso, ¿tu nombre es Kimberly? –La niña asintió. 

— No me obligue… por favor –El hombre hizo una mueca y le tomó su mano.
 
— Haré lo posible, ¿okey? Por cierto… mi nombre es David y… te tendré que llevar con tus padres –miró hacia atrás- Gracias Sr. Schäfer por avisarme de esto, ahora yo me encargaré –le avisó volviendo a ver a la niña- me imagino que tus padres están con el director Baecker, iremos allá, ¿okey? –La niña asintió y se dejó guiar por aquél hombre que le brindó un poco de confianza. Miró hacia atrás y se percató de que aquél niño con lentes se despedía con su manita, Kimberly sonrió de medio lado y se despidió de él también.

(…)

— Hey Kim… es momento de ir a comer –le avisó Gustav entrando a su habitación. La chica se puso de pie y extendió su brazo; el rubio hizo una mueca- no entiendo porqué no hablas conmigo… si éramos amigos de niños.



*
Aquí está otro capítulo :3 espero que lo disfruten y que no se hayan perdido D: empecé como si fuera un flash back :)! Espero que disfruten la lectura <3!

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8 abr 2012

<< Capítulo trece >>



— Creo que es mejor que te vayas.

— No –negó enseguida con aquella voz ronca que se queda después de llorar un buen rato y se limpió las lágrimas- estoy bien, por favor retírate –le pidió acomodándose en la silla.

— Tom, no discutas. Además, luces cansado y dentro de pocas horas irás a la academia, mejor vete –Gordon volvió a insistir. 

— ¡No, maldita sea! –Gruñó- Ya les dije que estoy bien, sólo dame cinco minutos más con él –Su padrastro se acercó y agarró el hombro de su hijo. 

— Tom… por favor, vete. Mañana puedes regresar, cuando estés calmado… no le hace bien a Bill que estés en ese estado. –El de rastas bajó su mirada rendido- Ve a dormir, ¿sí? –Le pidió y Tom asintió. Se puso de pie y miró una vez más a su hermano, ¿cuándo llegará el día en que habrá sus ojos de una buena vez? Sólo esperaba que pronto. 

— Volveré mañana –le avisó.

— Vuelve cuanto te sientas mejor, Bill lo entenderá –aseguró brindándole una débil sonrisa a lo que Tom respondió con una mueca y soltó un pesado suspiro. Salió por fin de la habitación y lo primero que sus ojos vieron fue a su madre que yacía al otro lado de la sala, recargada en la pared; no estaba tan arreglada como acostumbraba hacerlo, pero aún así, seguía siendo una mujer con estilo, tenía un pañuelo cerca de la nariz, al parecer, también había llorado. Tom se quedó quieto al percatarse la mirada que le ofrecía su madre: de rencor; podía ver claramente como le cuestionaba con sus ojos “¿qué demonios haces aquí?” pero Tom no respondió. No habían hablado desde que su madre fue a visitarlo al departamento, aquella discusión había dejado todo en claro: ninguno de los dos quería saber nada del otro, aún así, a Tom le dolía… después de todo, era su madre. 

Despegó su vista de una vez por todas y se marchó de ahí sintiendo que Simone lo seguía con la mirada, esa mirada de desprecio. Al fin había logrado salir del hospital que, cuando sintió el fresco aire tocar su rostro, sintió que pudo respirar otra vez. Aquello había sido incomodo e innecesario, Bill era su hermano, por ende, Simone debía estar consciente de que lo vería pisar el hospital todos los días, porque, al igual que ella, quería estar presente cuando despertara y ser el primero en hablarle. Quería disculparse, todo esto era su culpa.

*
La enfermera salió con la bandeja de desayuno. En el acto en que cerraron la puerta, Kimberly sacó el dibujo debajo de su almohada y corrió hacia el baño –suspiró-; fue hasta la esquina y se sentó sobre sus piernas, con cuidado y sin hacer ruido quitó poco a poco el ladrillo que yacía suelto desde la primera semana en que la internaron en el hospital. Ya fuera, asomó su ojo por aquél hueco: una foto desgastada era lo único que se encontraba escondido en ese lugar; tomó el dibujo de Tom, lo dobló en cuatro partes y lo metió hasta dónde topaba, ahí estaría seguro. Sus labios se fruncieron en el momento en que su mano rozó la fotografía ¡la alejó de inmediato! Pero… dudosa, volvió acercarla y la apretó mordiendo su labio, la tomó sin pensar.
Se sentó en el piso del baño recargando su cabeza en la pared y tomando la fotografía con sus dos manos la miró con miedo: una familia conformada de tres integrantes, el padre, la madre y la pequeña hija de un año. Los dos adultos no tenían rostros, la joven lo había desaparecido rayándolos con pluma de tinta negra, por poco y hacía un hueco; la bebé, no veía hacia la cámara sino a un punto específico a su superior derecha, Kimberly lo veía con facilidad… era una luz, una extraña luz. En ese momento se preguntó si ella era la única capaz de ver eso plasmado en la foto o si esa era la única manera en que los demás podían mirar lo que ella veía. Negó ¿para qué? Ya era demasiado tarde. 

Kimberly se sobresaltó al escuchar el crujido de la puerta de metal. Rápido, metió la foto y volvió a poner el ladrillo en su lugar, se levantó y espero a que alguien la llamase. 

— ¿Kim? –Ahí estaba la señal. La joven abrió la puerta del baño y salió.- Hola, ¿cómo te encuentras el día de hoy? ¿Mejor? 

— Podría decirse que sí –le respondió sonriendo de lado y de inmediato, caminó hacia su cama para tomar asiento. 

— Los medicamentos, ¿ellos…?

— Estoy bien –le interrumpió- los medicamentos hicieron su trabajo más no me dañaron más de lo que estoy –le informó y David asintió. 

— Kimberly, quisiera saber que ocurrió en la tarde y está vez te obligaré a que me des una respuesta –La chica bajó la mirada y apoyó sus manos en sus rodillas- sabes que no me gusta obligarte a hablar, a que espero que estés lista para hacerlo… pero está vez, necesito que me digas todo. 

— ¿Qué le puedo decir si no recuerdo nada? –Le cuestionó en susurro. 

— Debes recordar algo por más insignificante que sea.

Kimberly suspiró. 

— Estaba terminando de hacer un dibujo y ya no recuerdo nada. –Le dijo alzando la vista para verlo. David negó.

— Sé que me mientes, vamos, Kim… sabes que puedes confiar en mí. –Kimberly apretó sus labios y cerró fuertemente sus ojos.

— Sam –susurró. 

— ¿Sam? Acaso… ¿él volvió? –La chica asintió. 

— El quería hacerme daño… ordenaba que le diera mi cuerpo, tenía mucho miedo –se abrazó a sí misma- y lo único que se me ocurrió fue gritar pidiendo ayuda –David asentía ante el relato. Sabía muy bien la historia de ese “Sam”, él fue la razón por la que habían internado a aquella inocente niña y desde entonces, juró ayudarla… al parecer sus esfuerzos fueron en vano, Sam había regresado. 

Y lo peor, es que David, al igual que todos, pensaba que era un invento de Kimberly.

-
¿Por qué Simone odia tanto a Tom? ¿Qué fue lo que pasó?... ¿Llegará el momento en que David realmente le crea a Kim? Realmente no tienen idea de lo que tengo en mi cabeza e.e Gracias por leer :3!! Las quiero<3
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6 abr 2012

<< Capítulo doce >>



— Hey Tom –El de rastas volteó y lo saludó con la cabeza, después, siguió con la tarea de guardar su uniforme en el casillero- ¿Qué tal estuvo tu noche? 

— Tranquila –respondió con naturalidad y cerró el casillero- ¿cómo estuvo la tuya? –Preguntó volteando a verlo y le sonrió. Georg, entrecerró sus ojos y rió ingenuo. 

— Creo que no entendiste mi indirecta –comprendió. 

— ¿Indirecta?

— Amigo, olvidaste que hay cámaras en los pasillos –los dos alzaron las cejas al mismo tiempo: Georg indicándole picardía y Tom indicándole que hablara más porque realmente no entienda a dónde quería llegar- ¡Te vi! –soltó por fin y un poco exaltado ante la lentitud de comprensión de Tom- te vi entrando a la habitación de Kimberly. 

— ¡Oh! 

— ¡Oh! –Imitó su expresión y bufó. 

— Si, entré y platicamos un rato –le informó con tranquilidad- ¿hay algo malo en eso? 

— No –sonrió- por un momento pensé que tratabas de hacer otras cosas… si sabes a lo que me refiero –rió- pero creo que platicar no está mal. 

— Eres un idiota –aseguró. 

— ¿Qué? Puede estar loca, pero no me negarás que es linda –suspiró- lástima que me odie… 

—… creo que todas las chicas lo hacen –opinó dando una incómoda sonrisa. 

— Es cierto –susurró- en fin, tratas de ganarte su confianza, muy buen pensado Kaulitz. 

— Si, sobre todo ahora que sé el porqué está aquí ya sabré más o menos como tratarla, Georg, ¿tú sabías su historial clínica? –Asintió- ¿Y por qué no me lo contaste? Sabes, tuvimos una excelente charla en mi primer día, ahí me hubieras contado todo ¡junto con Gustav! 

— No es fácil para nosotros explicar su historia clínica, al menos yo no sé hacerlo; además, pensé que el Director te había explicado todo el primer día de trabajo y Gustav bueno, me imagino que le pasó lo mismo –Tom bufó. 

— Da igual, lo importante es que ya lo sé y podré trabajar un poco más a gusto –Le aseguró dándole unas palmaditas a su hombro- me retiro Georg, que descanses –se despidió y su compañero le ofreció una pequeña sonrisa. 

— Igualmente, Kaulitz.



— Te salió muy bien –la felicitó sin voltear a verla- ¿y en dónde la pondrás? –Cuestionó demasiado concentrado en tratar de tomar el dibujo, logró golpear una llave, podía levantar una simple hoja de papel- Oh vamos… ¡levántate! –Ordenó entre dientes. 

— No te esfuerces demasiado, no creo que lo logres –le aseguró tomando la hoja por él. Bill se encogió de hombro y triste, la miró a los ojos. 

— ¿Por qué no? –Kimberly suspiró. 

— Porque sigues sin comprender: no eres una persona, eres sólo un espíritu, por ende, debes de aprender a manejar tu cuerpo y emociones como tal… además, eres débil –Finalizó doblando la hoja por la mitad. 

— Y juras una y otra vez que no sabes nada acerca de este tema –le recordó entrecerrando los ojos. Aquel comentario no le había parecido para nada a Kim y por un pequeño reflejo, apretó más la hoja que aún tenía entre sus manos. 

— Lo aprendí hace mucho, cuando creía que todo esto era normal –le aclaró- he visto muchas cosas Bill, desgraciadamente, tuve que aprender contra mi voluntad sobre… ustedes. 

— ¿Y quién te enseñó? – Cuestionó confundido. Los labios de la chica se fruncieron y muy difícilmente pudo abrirlos.

— Eso no importa –contestó entre dientes. 

— Fue Sam, ¿cierto? –Sus ojos se cerraron fuertemente y bajó la cabeza. Demasiadas preguntas por un solo día. 

— Es suficiente Bill, es momento de irte –le puso un alto y caminó hacia su cama. 

— Sólo respóndeme –le rogó- fue él, ¿verdad? 

— ¡Sí! ¡Si, fue él! –Respondió por fin volteando a verlo- él me enseñó todo lo que no quería saber acerca de ustedes, me dijo muchas cosas que no debí de haber escuchado… ¡era una niña Bill! ¿Qué se suponía que debía hacer con esa información? –Chilló- tantas cosas que… ¡tenía que decírselo a alguien porque si no iba… iba a volverme loca! Pero aún a esa edad sabía que si le contaba a mis padres me juzgarían como tal y… todas mis soluciones me llevaron a un sólo camino: aquí –soltó encogiéndose de hombros, el fuerte agarre de la hoja había disminuido- de cualquier modo iba a terminar en este lugar tarde o temprano… 

—… ¿Los extrañas? –Kimberly ladeó su cabeza- a tus padres. 

— Han pasado tantos años Bill, que ya ni siquiera recuerdo sus rostros –susurró con sus ojos llenos de lágrimas. 

Bill, bajó su mirada perdida al piso e hizo simultáneas muecas, pero se detuvo y levantó su mirada de golpe tratando de buscar la mirada de Kim, pero no lo logró; ella también había bajado su vista y sólo, para que no la viera llorar — ¿Eh? –se exaltó la chica y abrió sus ojos. Sentía el cuerpo de Bill cerca del suyo, sintió sus brazos rodearla: obtuvo el calor de un abrazo de una persona que… ni siquiera lo era. 

— No quieres saber nada de mí… pero aún así, déjame decirte que eres mi amiga y que, si quieres, puedes verme como un amigo también… sino puedes está bien, eso no cambiará el cariño que tengo por ti –sonrió- eres una buena persona, me alegra haber llegado hasta aquí. 

— Bill… -susurró atónita-… gracias –y su cabeza se hundió en su hombro. El chico había comenzado a aprender a usar su cuerpo como en ese momento era, un espíritu. 

“—… tal vez si me hubieran dicho todo desde un principio hubiera sido fácil” –Con cuidado Bill se separó de Kimberly ¿Qué demonios fue eso?

— ¿Pasa algo? –Le preguntó la chica. 

— No… no sé –respondió asustado. 

“—… pero no importa, gracias a eso descubrí que es muy amigable; cuando despiertes, te la presentaré –Le informó tomando su mano”.

Bill bajó su vista hacia su mano, había sentido un cosquilleo como si alguien lo hubiese tocado. Miró otra vez a Kimberly, pero pasó algo extraño, ella estaba lejos- ¿Kim? –La llamó pasando saliva. 

— ¿Qué sucede Bill? ¿Estás bien? –Preguntó un poco alterada al ver la reacción de su amigo. Ella aún lo veía perfectamente. 

“—… Bill, como me has hecho falta, por favor ¡abre tus ojos! –Le suplicó apretando su mano helada- vamos hermano, yo sé que puedes…”

La mano de Bill se estremeció —Tom –susurró el nombre de su hermano, lo escuchaba y lo sentía. Volvió a mirar a Kimberly y ella asintió. 

— Ve, él te necesita más –su voz era como un susurro, estaba demasiado lejos y todo a su alrededor se volvió oscuro y frío dándose cuenta de que había vuelto al hospital. 

— En fin, la chica se llama Kimberly y dibuja demasiado bien, es más, hoy me dibujó a mí ¡le salió perfecto! Cuando salgas del hospital, iremos a que te haga un dibujo a ti, quedarás encantado… -Tom se calló y observó el rostro de su gemelo. Pasó saliva tratando de controlar esas ganas de romper en llanto, pero no lo logró, lloró como un niño- Por favor Bill, vuelve a mí ¡por favor hermano! ¡Te lo suplicó! ¡¡Bill!! –Lloró más fuerte recargando su frente en el pecho de su gemelo-… por favor. 

Y Bill también lloraba en el mundo donde yacía su espíritu al escuchar los lamentos de su gemelo, lo extrañaba demasiado- Tom... lo siento mucho –se disculpó con la nada- ¡lo siento!

* Kimberly se limpió las lágrimas y abrió la hoja de papel para admirar una vez más el dibujo de su guardia e inocente, acarició el rostro hecho con lápiz. 

— Ustedes son buenos… no se merecían este sufrimiento –aseguró con un nudo en la garganta- no merecen estar separados… Tom, cuando llegue el momento, espero que lo comprendas –murmuró volviendo a doblar la hoja y por mientras, la escondió debajo de su cama. Nadie debía encontrar aquél dibujo y con “nadie”, se refería a Sam.

*
Estaba haciendo el capítulo con esta canción y dije: ¿por qué no? :| lkajdalkhdlh xd Me gustó como me quedó c: espero que a ustedes también :B! Gracias por leerme n_n<3 

4 abr 2012

La dama y el payaso. [cuento]

*Nota: Este cuento no es referente a ningún miembro de Tokio Hotel.  


El circo había llegado al pueblo, iluminando sus calles con papelitos de colores, música de carnaval, animales, trapecistas, acróbatas, enanos, magos, edecanes y payasos; a la cabeza del desfile, se encontraba el maestro de ceremonias, invitando con su inigualable y poderosa voz a que las personas salieran de sus casas dispuestos a disfrutar de un agradable día lleno de diversión y sorpresas para chicos y grandes. Los pueblerinos no tardaron en unírsele y al acto todos comenzaron a reír, bailar y jugar junto con los cirqueros, los niños jugaban con los payasos y los animales; el maestro de ceremonia tomó de la mano a una pequeña niña para guiarla hacia la gran y majestuosa carpa que se veía no muy a lo lejos y que todos sabían que prometía un millón de sorpresas que los dejarían encantados.
— Quisiera estar ahí –susurró Amy acariciando la ventana que le permitía contemplar aquella escena. Ella tenía 18 años y nunca había estado en un circo, nunca se le había permitido salir de la casa, ella era una prisionera y de su propio padre: Joseph. 

Poca gente del pueblo la habían visto, muchos ni siquiera sabían de su existencia pero aquellas escasas personas juraban ante los demás que Amy era una de las mujeres más hermosas que sus ojos habían visto jamás y esto era lo que decían: “Ayer pasé por la casa de aquél señor llamado Joseph, siempre pensé que vivía solo, pero hoy me di cuenta que he estado equivocado, con él, vive una mujer, una dama al parecer, no vi mucho, sólo su rostro reflejado en la ventana del segundo piso ¿cómo me percaté de su presencia? Porque sentí su mirada, su triste mirada quemándome el alma, no aguanté más así que miré hacia arriba y me encontré con unos grandes ojos azules, así como el mismísimo mar en un día soleado; su piel era blanca y estoy seguro de que era suave, su cabello largo y negro como la noche más oscura que ha existido me dejaron completamente impactado y noqueado ante tanta belleza, pero, de un parpadeó, la ilusión se fue, ella ya no estaba más y la vista de la ventana se encontraba cubierta por unas cortinas… estoy seguro de que el anciano Joseph la oculta y es por miedo a que venga un caballero y se la quite”. Amy era hermosa y ella no lo sabía, su inocencia se lo ocultaba vilmente al igual que su posesivo padre. 

Amy, ansiosa, seguía observando como el desfile pasaba frente a la ventana de su casa, nadie se percataba en ese momento de que ella estaba ahí, implorando salir, todos estaban ocupados viviendo su vida, viviendo ese lindo momento que Amy quería vivir también.

El desfile había terminado, al menos en su calle, frente su casa, ya no había nada más que ver, así que decidió correr nuevamente las cortinas para tapar su vista hacia el mundo y volver a su encierro pero se detuvo, al parecer, el carnaval no había terminado, frente a su ventana se había quedado de pie un payaso con poca pintura en su rostro: sólo tenía maquillada su nariz, su boca, y el contorno de sus ojos cafés oscuro, su cabello era corto, despeinado y de color castaño, tenía por vestimenta una playera blanca sencilla y unos jeans casi rotos que hacían juego con unos desgastados zapatos. Amy, ladeó su cabeza ¿qué hacía él ahí, por qué se detuvo, por qué no siguió a los demás? El payaso le sonrió y alzó su mano mostrando una bella flor color rosa, Amy, anonada, no supo cómo reaccionar ante el gesto del payaso y se escondió, a los pocos segundos, su curiosidad despertó y se volvió a asomar por la ventana pero el payaso, ya no estaba. Se encogió de hombros. Al parecer, ya se había ido al circo… como todos. 

— Lo seguiré –se armó de valor para pronunciar aquellas palabras, quería saber el porqué le enseñó aquella flor. 

Con cuidado, bajó las escaleras y se detuvo para asomar su cabeza por la puerta de la cocina: su padre se encontraba dormido a causa de los efectos del alcohol y eso le dio más valentía a Amy ya que pensó que gracias a ello, jamás se daría cuenta de que salió. De prisa pero sin hacer ruido llegó a la puerta principal, pero claro, se encontraba cerrada bajo llave; “¿ahora qué hago?”, se preguntó mirando a su alrededor.
Un carraspeo la asustó y se giró bruscamente, pero volvió a respirar al confirmar que su padre no se había despertado, sólo había roncado y se movió un poco aflojando su mano para así, dejar caer un objeto dorado. Amy, curiosa, se acercó nuevamente hacia él y se agachó para ver aquél objeto, era una llave ¡era la llave! De inmediato, la agarró y sin perder más tiempo abrió la puerta y por primera vez, salió. Amy pudo sentir el aire fresco rozar su piel, era helado, pero a ella no le incomodaba para nada, al contrario, le fascinaba tanto que no pudo evitar soltar una sonrisa; antes de avanzar, guardó la llave en la bolsa de su vestido celeste y después, como una bebé dando sus primeros pasos, empezó a caminar por aquellas calles desconocidas llenas de secretos y alegrías. Miraba el mundo con extremo asombro, todo era maravilloso aunque el día fuese gris y los árboles no tuviesen vida, de alguna manera, era bello para sus ojos azules. Amy, se detuvo en seco al ver a lo lejos el circo y sin evitarlo, miró hacia atrás, dónde se encontraba su casa. Sonrió. Ella ya corría hacia aquella grandiosa carpa llena de sorpresas. 

Todo el pueblo se encontraba reunido festejando la diversión que aquél circo brindaba: Amy aplaudió el truco del mago, se asustó al ver a un hombre escupir fuego, se asombró al ver a los trapecistas en lo más alto y rió ante el acto de los payasos. ¡El payaso! Lo había olvidado. Acelerada, comenzó a buscarlo por todas partes sin dejar de asombrarse sobre lo que el circo le compartía en cada rincón, era increíble todo lo que se perdió en estos 18 años sólo por el egoísmo de su padre. 

— Lo-lo siento –tartamudeó al chocar a espaldas de alguien, de aquél payaso- ¡tú! –el payaso se giró y al verla, sonrió. Amy bajó su vista y se percató de que aún tenía la flor en su mano; no pudo evitar entrecerrar sus ojos al recordar el recorrido que ella hizo por el pueblo: toda planta estaba muerta, no había siquiera una hoja con su grandioso color verde, ¿cómo él pudo obtener una flor viva y radiante? — ¿de dónde la sacaste? –preguntó por fin. El payaso vio que el delgado dedo de Amy señaló su flor; lo único que hizo fue alzarla hacia ella y con una sonrisa, le respondió:

— La encontré en una casa, me sorprendió al ver que fue la única flor que sobrevivió a esta época del año, pero después, al ver a una chica en la ventana, supe que aquella flor era el símbolo de belleza y pureza de la dama que ahí vivía… tu. 

Amy, sintió un cosquilleó en su estómago, una sensación desconocida para ella, algo que muchas personas lo relacionaban como una señal del sentimiento: amor. 

Con un poco de nerviosismo, tomó por fin aquella flor con sus dos manos rozando los dedos del apuesto payaso. Los dos sonrieron y sus mejillas se ruborizaron, el payaso había tomado las manos de Amy con el deseo de no dejarla ir jamás, pero aquello no se podía cumplir: el joven sintió como la mano de Amy se resbalaba de la suya, ella destruyó aquél agarre y retrocedió dos pasos, tenía que irse y al ver su triste mirada, la mirada que le caracterizaba, el payaso sabía que se iba contra su voluntad. 

— ¿Volveré a verte? –Preguntó el payaso y sus hombros se encogieron. Amy no le respondió y corrió lejos de aquél lugar ya que sabía que si no se iba ya, no lo haría jamás. 

Como si el circo hubiese sentido la tristeza de Amy, toda la magia, risa, baile, música se apagó vilmente dejando aquella carpa en oscuridad y al payaso, sólo una vez más.
Amy, agitada y sin aliento, había llegado por fin a su prisión, su casa. Antes de entrar, miró la flor que tenía en su mano derecha y apretó más el agarre: aquella pequeña aventura había pasado hace algunos minutos y para ella todo le había parecido un sueño; lo único que la mantenía despierta, era aquella flor que le decía que todo había sido verdad. Con cautela, sacó la llave de la bolsa de su vestido y la metió por la cerradura girándola lentamente hasta que, por fin, la puerta se abrió. Al entrar, se percató que su padre seguía dormido, al parecer, se había tomado toda la botella del fuerte licor; Amy, soltó un suspiro de alivio y subió las escaleras para ir hacia su habitación. Se sentó sobre su incómoda cama y puso los pétalos sobre la palma de su mano y comenzó a acariciarlos. Sin darse cuenta, aquella sensación le había sacado una sonrisa y al recordar al payaso, el cosquilleo en su estómago se hizo otra vez presente… ¿Qué hacía ella ahí? ¿Por qué demonios se regresó a su casa, cuando por fin, logró ser libre? ¿Por qué no huía? Lo hizo una vez, podía hacerlo nuevamente, ¿Por qué... por qué no escapaba con aquél payaso? 

Una maleta rebotó sobre la cama, estaba decidida, se iba: guardó toda la ropa que se le hizo posible y cerró con todas sus fuerzas su “equipaje”. Sin más que hacer ahí, tomó la maleta y su flor — Oh, no –susurró alarmada al ver como un pétalo se desprendía, estaba muriendo. Deprisa, salió de su habitación y bajó las escaleras sin quitar su mirada de la puerta principal, estaba cerca de ser libre de una vez por todas.
— Amy –la dama se detuvo en seco al escuchar la voz de su padre, quien, miraba anonado la maleta que llevaba- ¿adónde crees que vas? 

— Lo siento padre… pero yo ya no puedo vivir encerrada por más tiempo –confesó caminando hacia la puerta y al sentir los dedos de su padre rozar su brazo, corrió saliendo de aquella casa de la que estaba segura, no iba a volver jamás. 

— ¡Vuelve, Amy! ¡Regresa, te lo ordeno! –gritaba furioso golpeando la puerta que no podía abrir ya que su hija, que aún conservaba la llave, la cerró. Ahora, él era el prisionero de su propio hogar. La joven no pudo evitar dar una sonrisa de victoria, era libre ¡por fin! 

El camino hacia el circo se le hizo extremadamente corto al imaginarse cómo sería su vida desde hoy, pero al llegar, todos sus sueños se desmoronaron: no había nada en aquél terreno, la mágica carpa se había ido llevándose a su querido payaso. Dejó caer la maleta a un lado suyo y la flor que moría poco a poco ya no la sujetaba con la misma fuerza; la tristeza se había apoderado de su cuerpo nuevamente y ahora, sin saber que hacer, se sentó sobre la tierra, soltó la flor y rompió en llanto: estaba sola y no tenía adonde ir. Sus sollozos eran fuertes que no pudo escuchar a la persona que se encontraba detrás de ella ni se percató de que tomó la flor para plantarla en la tierra y así, lograr que sobreviviera una temporada más. Amy, destrozada, se puso de pie y tomó nuevamente su maleta pero al no ver el obsequio que su payaso le había dado se asustó, ¿dónde la había dejado? Como loca, comenzó a buscarla y confundida se acercó hacia una flor que se encontraba plantada, era su flor, la distinguía ya que le faltaba un pétalo, ¿cómo había llegado hacia allí? 

— Sabía que volverías, por eso me quedé aquí a esperarte –le susurró su payaso al oído. Amy sonrió y lo abrazó fuertemente, esta vez, nada ni nadie los iba a separar. Al parecer, su sueño de ser libre iba a volverse realidad después de tantos años y ahí se dio cuenta: si deseas realmente algo, haces lo que sea por conseguirlo, sino, jamás lo lograrás… los sueños nunca se cumplen por si solos.






Aquí está el cuento :3 espero y les guste. Y bueno, sé que estoy fallando mucho con la novela y todo eso, he traído tantas cosas en mi cabeza que no se como reaccionar y que hacer :| pero no dejaré que esos problemillas me atrasen, debo aprender a controlarme y saber organizarme; no les fallaré por eso, sinceramente espero que mi mente se distraiga un poco mañana para poder regresar con todas las pilas el viernes:) y llenarlas de capítulos, oh si e.e no saben lo que les tengo preparado... ni se imaginan e.e esto no acaba aquí :p jajaja espero que disfruten esta pequeña lectura, las quiero <3

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2 abr 2012

{cuento}

Hey, les platico... hace un mes atrás hice un cuento para la preparatoria y no sé que problema hubo con el profesor que ya no sé en que quedo todo, ya no me dijo nada xd, pero equis, quería saber si lo quieren leer para publicarlo aquí, se llama "La dama y el payaso" y bueno, lo que ustedes digan :)!