— ¿Cuándo iremos a casa? –Cuestionó la menor- Estoy cansada… -su madre la abrazó e hizo que recargara su cabeza en su brazo.
— Pronto mi amor, sólo tendremos una pequeña platica con el Señor Jost y nos vamos directo a comprar un helado, ¿te parece?
— ¿De galleta y con chispas de chocolate? –Preguntó sin despegarse del brazo de su madre. Carla, volteó con su esposo y sin despegar su mirada, le contestó a su hija con un “Sí”. La mujer se sentía la peor basura sobre este mundo, le mentía a su hija y lo peor es que James tampoco le ayudaba para contarle la verdad: Kimberly no regresaría a casa ese día.
— Señor y señora Höhner, perdone la tardanza –se disculpó el director Baecker abrochándose su bata y estrechó la mano con la del Sr. Höhner- Oh, tú debes de ser Kimberly –La niña sólo se escondió más con su madre, aquél señor no le daba buena espina.
— Lo siento, es un poco tímida –le aclaró Carla dando una triste sonrisa.
— Quisiéramos saber, quién será el que tratará a nuestra hija –fue directo al grano- verá, ya hemos ido con muchos psicólogos y todos han sido una pérdida de tiempo y dinero; más vale que éste sea bueno.
— Oh señor, el Dr. David Jost es uno de los mejores que el hospital ofrece y ya leyó el historial clínico de su hija y créame que le ha interesado demasiado este caso, tranquilo, Kim estará en buenas manos –El director le volvió a sonreír pero Kim sólo miró a su mamá.
— Más le vale… mire, sólo… sólo queremos que nuestra hija esté bien –le suplicó sobándose la sien; su esposa, como apoyo, le acarició su brazo.
— No se preocupe, haremos hasta lo imposible para lograrlo, pequeña, ¿cuántos años tienes? –le preguntó con amabilidad.
— Vamos pequeña, respóndele al director –le dijo con confianza su madre; la niña suspiró y con timidez respondió:
— 10… y medio. –El director asintió y se dirigió con el padre de la menor.
— Le tendremos mucha atención y cuidado por ser una niña y las horas de visitas con ella no importará, podrán venir a visitarla cada vez que quieran.
— Gracias –sonrió su madre pero Kimberly se separó bruscamente de ella y se puso de pie.
— ¿Visitarme? ¿A qué se refiere? –Preguntó con miedo en sus ojos y comenzó a retroceder.
— Kim –su madre se levantó- tu padre y yo no te habíamos dicho esto antes porque… -suspiró rendida-… ¡no sabíamos cómo hacerlo! Esto es muy difícil… -la niña veía asustada a los tres adultos y su respiración comenzaba a acelerarse. James, tomó los hombros de su esposa como señal de que le daba apoyo y él continuó con el discurso:
— Todo esto lo hacemos por tu bien, a partir de hoy, vivirás aquí –Kimberly miró de reojo al director Baecker y pudo ver en su rostro una sonrisa ¡¿por qué sonreía?!
— No por favor ¡yo no quiero vivir aquí! –Chilló.
— ¡Es por el bien de tu salud! –Contraatacó su padre. La niña negaba.
— No, ¡no quiero, no quiero, no quiero! ¡¡Ustedes no me aman, por eso me quieren encerrar en este lugar!!
— ¡Kimberly! –Soltó con sorpresa su madre- ¡Nunca digas eso, nosotros te amamos! Y por eso es que tenemos que hacer esto ¿qué no ves? Tu salud se salió de control… ¡te estás lastimando a ti misma! –La niña sollozó desesperada.
— Pero ya les dije que no fui yo, ¡fue Sam!
— Kimberly… él no existe –murmuró su padre.
— No. No. No. Es Sam, se los juro que es él –chilló y vio como el director se aproximaba hacia ella.
— Kim, es mejor que te calmes, ¿sí? Tomemos esto con calma
— ¡No me toqué! –Amenazó- ¡yo no viviré aquí!
— ¡Kimberly! –Gritó su madre al ver que la niña salió corriendo de la oficina de Baecker y rompió en llanto.
— No llore señora, verá que esto tendrá sus beneficios en un futuro –le aseguró el director.
— Más le vale.
*
Kimberly bajó corriendo las escaleras y se metió en cada puerta y dio vuelta en cada pasillo que le fue posible hasta que se encerró en una habitación. Su pequeño cuerpo temblaba y sus ojos estaban inundados por las grandes lágrimas que amenazaban por salir; ella no iba a vivir allí, no iba a estar separada de su madre. Su respiración se cortó. Alguien estaba a sus espaldas y de algo estaba segura: no era alguien vivo y tampoco era Sam.
Con miedo y con lentitud, miró por el rabillo del ojo sintiendo su corazón latir en sus oídos. Chilló. Un hombre con una gran bata de hospital ensangrentada y con la mitad del cráneo destrozado quería tocarla.
— ¡Aléjate de mí! –Gritó a todo pulmón a lo que esa cosa gruñó dispuesto a ir por ella. Kimberly, con el miedo a flor de piel, logró salir de la habitación y puso su peso sobre la puerta; contó hasta diez y corrió como nunca antes lo había hecho. Quería salir de ese lugar ya y al parecer lo había logrado, estaba fuera pero al parecer, se encontraba en el patio de ese lugar.
— Ven aquí –susurró una voz y la jaló hacia los arbustos, dónde nadie podía verlos ya que las plantas cubrían una buen parte de la pared.
— Sam –lo nombró anonada- ¿qué es este lugar? ¿Por qué vi a ese hombre? –Calló de golpe- ¡¿Por qué me haces esto?! ¡¿Por qué?!
— Te pedí tu ayuda por las buenas, no accediste –le recordó- no tuve otra opción, ahora, ¿me ayudarás? –Le volvió a preguntar apretando sus hombros.
— No. –Le respondió desafiante- No te ayudaré ¡porque eres malo!
— Yo soy malo porque me obligas a serlo –le dijo haciendo un puchero- ¿quieres que sea bueno? ¡Coopera! ¡¡Dame tu cuerpo!!
— ¡¡No!! –Le gritó a todo pulmón a lo que Sam gruñó- Ya quiero que te vayas –el rubio retrocedió un paso- ¡vete, vete ahora! –Le ordenó cerrando fuertemente sus ojos- ¡¡vete, déjame en paz!!
— Yo nunca me alejaré de ti, ¡¿cuántas veces te lo voy a decir?! ¡Me perteneces!
— ¡¡No!! –Gritó y sintió como alguien la jalaba fuera de ese lugar- ¡No, no, basta, suéltame!
— Tranquila pequeña –le rogó una voz masculina- ¿cómo llegaste hasta aquí?
Kimberly abrió sus ojos y borrosamente, vio a un hombre, cabello negro, vestido casual y de unos 25 o 30 años aproximadamente, sobre su hombro, vio a un señor de unos 40 años con una escoba en las manos y a un niño rubio, con lentes negros, que abrazaba la pierna de aquél hombre y veía la escena confundido.
— ¿Pequeña? –La volvió a llamar.
— Por favor… no me obligue a vivir aquí –le suplicó exhausta. El hombre la miró atónito, al parecer, aquella niña era su nueva paciente.
— Acaso, ¿tu nombre es Kimberly? –La niña asintió.
— No me obligue… por favor –El hombre hizo una mueca y le tomó su mano.
— Haré lo posible, ¿okey? Por cierto… mi nombre es David y… te tendré que llevar con tus padres –miró hacia atrás- Gracias Sr. Schäfer por avisarme de esto, ahora yo me encargaré –le avisó volviendo a ver a la niña- me imagino que tus padres están con el director Baecker, iremos allá, ¿okey? –La niña asintió y se dejó guiar por aquél hombre que le brindó un poco de confianza. Miró hacia atrás y se percató de que aquél niño con lentes se despedía con su manita, Kimberly sonrió de medio lado y se despidió de él también.
(…)
— Hey Kim… es momento de ir a comer –le avisó Gustav entrando a su habitación. La chica se puso de pie y extendió su brazo; el rubio hizo una mueca- no entiendo porqué no hablas conmigo… si éramos amigos de niños.
*
Aquí está otro capítulo :3 espero que lo disfruten y que no se hayan perdido D: empecé como si fuera un flash back :)! Espero que disfruten la lectura <3!
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me encantooo el capituloooo
ResponderBorraresta super interesanteee la fic...
en serio me gusta muchooo
siguelaaa ... ahora kiero saber xq simone le hecha la culpa a tom de lo que le sucedio a bill
subeee prontooo
bye :-D