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Tercera novela. (Fandom: Tokio Hotel/ HIATUS)

21 jun 2012

Capítulo veintitrés



Tom se quedó plasmado al ver a David con una expresión de enojo y confusión en su rostro y al mirar a Kimberly, se puso velozmente de pie al sentir que volvía a la realidad, ¿qué le había pasado?

—Puedo explicarlo —fue lo único que el de rastas pudo decir. David negó.

—Te dije que nadie debía entrar, nadie ¡ni siquiera tú! —gritó señalándolo.

—¡No la iba a dejar sola! —ésta vez, lo dijo con seguridad—. ¿No lo ves? ¡Ella necesita estar con alguien!
David enmudeció, Tom bajó su guardia, Bill se encontraba tenso y Kimberly… trataba de mantener orden en su cabeza, ella no permitía que nadie la tocase de esa manera, ¿por qué con Tom si?

Los labios del psiquiatra se movieron y Tom se percató de que susurró un par de palabras, pero no logró entenderle y en el acto en que los ojos de David se encajaron en el, volvió a poner su guardia en alto.

—Lárgate —murmuro.

Aquellas palabras fueron inalcanzables para el guardia de rastas, pero llegaron hasta a Kimberly como un grito en sus oídos lográndola poner en alerta y como acto reflejo, miró la escena de su guardia y psiquiatra completamente anonada; se sentía perdida por un momento, ¿adónde se había ido por esos minutos? Discutía con su yo interior, ella comenzaba a ablandarse y por su seguridad, no debía hacerlo.

—¿Qué? —preguntó Tom retrocediendo un paso.

—¡Quiero que te largues! ¡¡Ahora!! Nunca me diste buena espina, sabía que no ibas a hacer bien tu trabajo, desobedeces las órdenes y haces lo que se te da la gana… así no es como funciona esto, niño. Hoy mismo, te vas.

—¡No! —Los dos hombres la miraron y David se sorprendió: fue la primera vez que la escuchó hablar en todo ese día. Bill entreabrió su boca, seguía analizando aquella escena con sumisa atención y sobre todo, analizaba el comportamiento de Kimberly—. Él no se va de aquí. —aseguró poniéndose de pie—. No pienso soportar a otro nuevo guardia, no quiero más cambios, si él se va… —enmudeció al ver de reojo a Tom y su lengua entorpeció—…yo no pienso hablar con nadie… —calló y cerró fuertemente sus ojos sin poder impedir que un pequeño flashback de lo que vivió esa noche se apoderara de su mente— Si él se va, no pienso ayudar con la investigación —aseguró.

David suspiró.

—Kimberly, sé que no te gustan los cambios, pero lo que acabó de ver por parte de este… muchacho —lo señaló—, es algo inapropiado.

—¿Inapropiado en qué manera? —lo desafió la paciente encarnando una ceja.

—Bueno, eh, él… él estaba… —Kimberly lo interrumpió.

—No estaba haciendo nada. Él solo trataba… ayudarme —susurró. David asintió rendido.

—Tenemos que hablar, muchacho —y ante las miradas sorpresivas de Tom y Kimberly, el Dr. Jost continuó—: tranquila, Kim, él se queda.

El de rastas le ofreció a la paciente una sonrisa de agradecimiento a lo que ella no hizo caso. Solo se encogió de hombros y bajó su mirada esperando a que salieran de la pequeña oficina. Tom hizo una mueca, la verdad no lograba entender sus cambios de humor.

—Kaulitz —lo volvió a llamar incitándole a caminar.

Kimberly no los vio salir, pero al acto en que escuchó la puerta cerrarse, volvió a tomar asiento en el piso y recargó su espalda en la fría pared. Trató de mirar solamente el piso, nada más, aún estaba asustada, temía que aquella alma que asesinó a esa pobre persona regresara para hacer exactamente lo mismo, pero está vez, con ella.

Sabía que estaba en peligro, ¿pero cómo pedir ayuda? Si ante los ojos de una persona con mente cerrada, las cosas sobre naturales, no existen. Estaba sola.

—No eres esa clase de persona fría que presumes ser. —Kimberly abrazó sus piernas fuertemente y recargó su barbilla en sus rodillas.

—¿Hace cuánto que estás aquí?

—Desde que te trasladaron en esta habitación. —la chica negó.

—Es imposible, me hubiera percatado de tu presencia.

—El miedo bloqueó todos tus sentidos, es por eso que no me viste… pero gracias a Tom, lograste calmarte. —Informó sentándose a su lado.

Kimberly bufó.

—No creas que tu hermano me cae bien, hice que se quedara para poder ayudarte y así, que los dos desaparezcan de una vez de mi vida. —Bill rió.

—Basta de farsas, tú no eres así. Te cae bien Tom, te has encariñado con él, como con Gustav. —Kimberly lo miró sorprendida. Bill sonrió—. No sé cómo, pero al ver tus ojos, veo todo lo que has vivido; llegué al recuerdo de Gustav y aunque fue un poco confuso, logré entender tus sentimientos, fue y seguirá siendo tu primer amigo, ¿cierto?

—No te metas en mis asuntos —le amenazó—. No te lo permito, son solos míos.

—Aún no has respondido a mi pregunta.

La paciente apretó sus labios y volvió a tener una mirada distante hacia el piso.

—Él no me considera una loca… pero Tom sí —murmuró.

—Mi hermano solo quiere entenderte, pero tú no le ayudas. —Kimberly negó.

—Nadie logrará hacerlo, Bill. 

—Yo lo hago… —alzó su mirada y se encontró con Sam. Él los veía desde el otro lado de la habitación, se encontraba sentado en el sillón de Jost, sus brazos estaban cruzados y para sorpresa de Bill, no sonreía, lo cual se le hizo extraño; sabía que a él le encantaba ver el sufrimiento de Kimberly, amaba sentir el miedo que habitaba en ella. Pero su expresión, está vez, era de enojo y algo más extraño, es que no actuaba, no se movía, no les hablaba. Estaba tieso. Bill le brindó una mirada desafiante y para brindarle protección a su amiga, tomó su mano.

—Bill… yo no puedo hablar con nadie acerca de mí y yo no debo escucharlos a ustedes. Yo no debo sentir nada. —confesó apretando su mano.

—¿Por qué?

—Porque si mi barrera se derrumba, ellos —señaló mirando a Sam— atacarán. —y su mirada volvió a decaer.

Bill no quiso responder, no había motivos para hacerlo. Por fin, logró comprender el porqué de su carácter.



*



—Última vez que vuelves a desobedecerme —le aseguró pasando de largo.

—Hey, espera ¿eso es todo? —le cuestionó frunciendo el ceño—. Estuviste apunto de correrme, me gritaste allá dentro y ahora que no estamos con Kimberly, ¿solo se te ocurre decirme esto?

—No tengo tiempo para seguir con esta discusión, hay un caso de homicidio aquí mismo —recordó con un nudo en el estómago—. Solo te diré: tienes suerte de que Kim esté de tu lado. —Tom hizo una mueca.

—¿Qué pasará con ella?

—Si no se resuelve, ella y los demás pacientes serán trasladados a otros hospitales psiquiátricos afueras de la ciudad. Y este hospital, el más reconocido, recomendado y confiable, cerrará sus puertas para siempre. —Tom se tensó al escuchar eso, no podían cerrar el hospital.

David tenía prisa por irse, logró notarlo, pero aún tenía una pregunta más que hacerle:

—¿Ella se recuperará? Quiero decir… dicen que escuchó todo y ya la viste en qué estado se encuentra, ¿volverá a estar bien?
David se encogió de hombros.
—Eso espero, Tom.



* * *



Bill se encontraba en una esquina de su habitación sintiendo impotencia y cólera al verse acostado en la camilla rodeado de tantas máquinas que, milagrosamente, aún mantenían a su cuerpo con vida porque sencillamente, su alma, había muerto hace mucho.

—¿Por qué no me dejas ir? —le preguntó al Bill que yacía inconsciente—. No sé a qué te aferras, sabes muy bien que tú también quieres descansar de una vez por todas —espetó y con desesperación tomó su mano que contenía encajada una de las tantas agujas que lo han atormentado casi toda su vida—. ¿Acaso no estás cansado? Nuestra mano ya no puede con tanto ardor y nuestro cuerpo ya no puede con el dolor. Tantos años hemos sido masacrados por nuestra debilidad, nuestra enfermedad ha ganado por fin, ¿por qué no te das cuenta? Ya no tenemos nada que hacer aquí… por lo que más quieras, deja de aferrarte a lo poco que queda de nuestra vida.

La puerta de su habitación fue abierta dejando ver el movimiento de allá afuera: doctores, enfermeras, familiares de otros pacientes, Gordon. Bill vio a su madre entrar y tomar asiento a un lado de su cuerpo.

—Mamá —susurró tratando de acariciar su cabello, pero fue inútil, su mano la había traspasado. Gruñó. Aún no comprendía como si podía tocar a Kimberly ¡y hasta a Tom! Pero no a su madre.

—Yo sé que aún puedes hacerlo Bill, despertarás para vivir tu vida.

—No —negó en susurro—, solo quieres que despierte para vivir la vida que tu ya tenías planeada para mí, una que yo no quiero ¿qué no ves? Yo no soy tu hijo perfecto.

—Aún te estamos esperando hijo, Gordon y yo, todo volverá a hacer como antes bebé… —prometió tomando su lastimada mano—. Por favor, sigue luchando.

—Esa es tu familia mamá, no la mía —confesó con un dolor en su pecho—. Yo ya no puedo hacer todo lo que tú quieres que haga, ya no.

—Billy… te extraño mucho, mi pequeño —susurró besando la fría mejilla de su cuerpo y en su alma, sintió el cálido beso.

—Yo también te extraño, madre… te extrañaré…

—Simone.

Toda aquella atmósfera se había derrumbado gracias a aquel hombre. Bill lo miró confundido, se le hacía familiar, él conocía esa voz.

—¿Qué haces aquí? —cuestionó atónita y miró que Gordon entró unos segundos después.

—Simone, no puedo hacerlo, ¡él es su padre, tiene derecho a verlo! —Bill abrió su boca ante total asombro y sintió una presión en su pecho que le impedía respirar.

—¿Papá? —susurró sin dejar de ver a ese hombre, su padre, Jörg.

La línea que medía los latidos del cuerpo de Bill comenzaba a disminuir y Bill cayó de rodillas ante el dolor que sentía en el corazón. Después de tanto tiempo, ahí estaba el hombre que salió de su vida cuando él y su hermano eran unos niños, ahí estaba el hombre que juró dar todo por ellos y que al final aquellas palabras se las llevó el viento como una hoja de árbol inservible.

—¡Oh dios, Bill! —Gritó Simone.

—¡Un doctor, ayuda! —Imploró Gordon saliendo de la habitación. El cuerpo de Jörg comenzó a tensarse y a sudar, veía el cuerpo de su hijo y escuchaba como sus latidos disminuían y lo peor, es que tenía al alma de Bill enfrente de sus ojos y no podía hacer nada para rescatarlo, no lo veía… como todos los demás.

—Bill —susurró con un nudo en su estómago.

—¡Quiero que todos salgan ahora! Saquen a los familiares, ustedes dos vengan conmigo —el doctor comenzó a dar las órdenes. Bill seguía de rodillas tratando de mantener la respiración y aún con su visión nublada, logró distinguir como sacaban a Jörg de la habitación. No. Él no se podía ir, no otra vez.

—Papá —susurró cayendo completamente al piso—… papá —débilmente extendió su brazo, con la esperanza de poder tocarlo—… papá… —pero su esfuerzo fue inútil. La alma de Bill había decaído por ese momento, al igual que su cuerpo.


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Después de mucho tiempo aquí está el capítulo 23 :3 ¡espero y lo disfruten mucho! Gracias por la espera :'D <3 

2 comentarios:

  1. Aww esta muy interesanteee..
    Subeee ya....
    Menos mal q no votaron a Tom. Pobre Bill u.u
    bye

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  2. wooooo amigosha<3 esta jodidamente perfecto
    No quiero que Bill se muera :c porque Bill
    quiere que lo dejen ir D: después de Todo lo que
    hace thomas ¬¬ algo bueno que haga xd el pobre sufrirá màs que todos. Quiero màs :3

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