Aquél día resultó ser demasiado pesado para ella, las enfermeras no la dejaban sola; estaba exhausta, quería estar acostada, dormida, pero ellas nunca se lo permitieron. Entendía el porqué, la debían de mantener activa después de la sesión de electroshocks que tuvo, sino era así, su estado de salud podía empeorar; pero no le importaba, ella solo quería dormir.
—Vamos Kim, abre la boca —le pidió la enfermera de la mañana. Su boca y ropa se empaparon al rehusarse a hacerlo; ella no tenía sed pero la obligaron a tomar del agua.
El guardia de la mañana, a quién detestaba, tomó sus mejillas y las apretó un poco logrando abrir su boca, la enfermera aprovechó y le dio de beber. Esa misma técnica la usaron para que pudiera desayunar y en la tarde, fue exactamente lo mismo para que pudiera comer. Gustav se sintió mal al saber que la lastimaba pero no había otra forma para hacer que comiera.
Solo la dejaban descansar quince minutos y después…
—Muy bien Kimberly, ahora, camina hacia mí —le pidió la enfermera. A lo que Kimberly se rehusó ya que comenzaba a sentirse débil y presentía que en algún momento a otro se iba a caer.
Gustav pudo apreciar el miedo en el rostro de la paciente, a lo que se puso detrás de ella y tomó sus brazos para ayudarla a mantenerse de pie. El guardia le sonrió al notar que volteaba a verlo, ella, lo único que hizo fue apretar sus labios y volvió a mirar hacia enfrente.
Como deseaba que Tom estuviera en esos momentos y no… Gustav.
—Se ve mal —la niña negó.
—Ya no me duele, además, él me dijo que sanaría. —le informó tomando asiento en su cama.
—Te diviertes mucho jugando con ese niño, ¿cierto? —la pequeña Kimberly se sonrojó un poco y sonrió.
—Sí. ¿Sabes qué me dijo hoy? Que yo soy su primera amiga.
Sam frunció su ceño.
—¿Te dijo eso mientras te tiraba al suelo? —Kimberly lo miró de golpe.
—Estábamos jugando, fue un accidente. Esas cosas pasan, es parte de… ser… niños. —informó tocándose su rodilla derecha. Se había raspado al caer.
—Eso no te pasaba cuando jugabas conmigo —le recordó cruzándose de brazos—. Uh, hablando de eso, hace mucho que no jugamos los dos. —dijo para sí mismo—. ¿Qué te parece si…?
—No. —Sam alzó sus cejas—. No quiero jugar contigo.
—¡Oh vamos! Será divertido, hay que recordar los viejos tiempos.
—¡No! Tú me lastimas muy feo en tus juegos. No quiero. —se rehusó pegando su espalda a la pared.
—¿Y ese mocoso no te lastimó?
—Se llama ¡Gustav! Y no, no lo hizo, ¿sabes por qué? ¡Porque él si es un verdadero amigo!
Sam gruñó.
—Yo soy un buen amigo, además, ¡fui el primero en serlo en tu vida! —la niña negó.
—Tú nunca lo fuiste. —los hombros de Sam se encogieron—. Mi verdadero primer amigo, es Gustav.
Los ojos de Sam se entrecerraron y lentamente negó. —No puedo creer que me cambies por ese niño, ¿qué no entiendes? Él solo habla contigo por lástima y yo, lo hago porque en verdad te aprecio.
—Eso no es cierto. —Kimberly había aprendido a no confiar más en Sam—. ¿A dónde vas? —preguntó alarmada. Sam se detuvo frente la puerta y solo la miró de reojo.
—No voy a dejar que ningún mocoso insolente me quite a mi única amiga. —aseguró. El miedo recorrió toda la columna de Kimberly ocasionando qué de un salto, saliera de su cama; preocupada, llevó su mano temblorosa hacia su pecho y con un hilo de voz, le preguntó:
—¿Qué piensas hacer? —pudo ver como Sam suspiraba.
—Asegurar a que no se vuelva acercar nunca más a ti. —las pupilas de la niña se dilataron. Ella conocía a Sam y sabía exactamente cómo iba hacer eso: lo lastimaría, tal y como lo hacía con ella o tal vez… mucho peor.
—¡No! No te atrevas, por favor Sam… no lo hagas. —le suplicó de rodillas. Sam la volteó a ver furioso y sus manos se convirtieron poco a poco en puños.
—Retráctate.
—¿Qué? —susurró.
—¡Retráctate, di que yo soy tu amigo y no ese niño! ¡¡Dilo!!
—¡Tu eres mi amigo! —gritó cerrando sus ojos—. Mi único amigo —susurró atemorizada.
Sam sonrió. Eso lo había calmado.
—No lo necesitas Kim, no necesitas a nadie, solo a mí, ¿entiendes eso? —la niña, con lágrimas en sus mejillas asintió—. Prométeme que no volverás a hablar con él —le pidió cerrando sus ojos. Pero el silencio de Kimberly había perturbado su paz—. ¿Por qué no hablas? ¡Prométemelo!
—Yo… —calló— no lo haré —dijo al fin mirando el piso.
—Debes hacerlo —informó mirándola con odio—. ¿O acaso quieres ser responsable de todo lo malo que le ocurra a… Gustav? —Kim negó—. Entonces hazlo.
—¿Estará a salvo? —preguntó en murmuro.
—Si prometes no hablarle. —le dio su palabra—. No quiero volver a verlos juntos otra vez. Tu único y verdadero amigo, soy yo —volvió a recordarle.
“Lo siento Gustav”, pensó y su labio inferior tembló. —Lo prometo.
Forcejeó para que le guardia la soltara; Gustav no tuvo otra opción que acceder y retrocedió. Kimberly, arrastró sus pies y con lentitud, logró llegar con la enfermera.
—Muy bien Kim, has hecho un buen trabajo. —aseguró sonriéndole. La paciente, agachó su cabeza y miró de reojo al guardia: extrañaba a su primer mejor amigo.
Gustav, la ayudó a acostarse en la cama, su turno había terminado por fin. La enfermera fue la primera en salir de la habitación dejándolos solos por al menos dos minutos en que Gustav terminaba de acostarla; cuando por fin terminó, le sonrió a lo que Kimberly tuvo que bajar la mirada.
—La enfermera tiene razón, hiciste un buen trabajo —la felicitó antes de dejarla sola.
En el acto en que la puerta fue cerrada, la chica, con demasiado esfuerzo intentó sentarse en la cama; al lograrlo, admiró como su cuarto era iluminado por la luz del atardecer y poco después, sus hombros se encogieron: no pudo evitar preguntándose cómo es que Gustav podía seguir siendo amable con ella después de todo lo que hizo para romper su amistad. La respuesta era obvia: él tenía un gran corazón.
***
Su cuarto estaba en completa oscuridad, pero ya no tenía miedo de estar despierta en la noche; y aunque la espera se le hizo algo eterna, valió la pena cuando llegó la hora de verlo.
—Me estabas esperando, ¿verdad? —la chica, con demasiada dificultad, asintió levemente.
Tom sonrió.
La noche anterior pudo sentir como el miedo se desvanecía al sentirlo a su lado, esperando a que se quedara dormida; sabía que trataba de protegerla y es que Tom era así, Bill ya se lo había dicho, pero no creyó que iba a preocuparse de esa manera por ella ya que, prácticamente, era alguien desconocida en su vida.
Kim logró entender que Tom también tenía un gran corazón, al igual que Gustav. Solo, que Tom era una persona desconfiada a diferencia del otro guardia y entendía el porqué: tuvo una infancia difícil, al igual que ella.
—¿Puedes hablar? —le preguntó caminando hacia su escritorio; tomó la silla y la puso a un lado de su cama. Kimberly subió y bajó sus hombros—. ¿Lo has intentado? —la chica negó. Tom hizo una mueca—. ¿Quieres intentarlo? —la paciente solo bajó su mirada—. Uhm…
Tom se puso de pie y caminó nuevamente hacia el escritorio, ésta vez, volvió con una hoja y un lápiz; Kimberly miró confundida los útiles pero los tomó a petición de su guardia.
—Si no quieres hablar, no lo hagas, ¿pero qué te parece escribir? ¿Hacemos un intento? —asintió—. ¿Cómo te sientes?
“Cansada”
—Se nota demasiado —le dijo preocupado y desorientado, comenzó a buscar una ventilación del aire al volver a sentir que en la habitación de la chica hacia algo de frío—. El otoño casi se acaba, pero no hace tanto frío afuera como aquí. ¿No tienes frío?
“Sí”
—La sábana que tienes se ve que no es muy caliente —se quedó pensativo, pero después, sonrió—. Pero no te preocupes, a partir de mañana dormirás más cálida —le aseguró. Kimberly entrecerró sus ojos preguntándose qué es lo que planeaba hacer, pero prefirió no preguntar. Quería ver con qué sorpresas le salía el día de mañana.
Tom pudo notar que los ojos de Kimberly se encontraban rojos debido al sueño que la chica sentía. —¿Quieres dormir?
“No”
Tom miró la hoja con la respuesta y después, su mirada se cruzó con la paciente despertando otra vez aquella sensación en su estómago: era extraña, pero comenzaba a gustarle. Dudoso, tomó la mano con la que sostenía la hoja y la bajó para poder observar mejor el rostro de la chica; los ojos de Kimberly se centraron en el agarre entre su mano y la de Tom comenzando a compartir la misma extraña sensación de su guarida.
—¿Quieres que me vaya?
Los ojos de Kimberly volvieron a encontrarse con los de Tom y como si fuese algo que no pudo evitar, apretó ligeramente la mano de éste.
—No.
Aunque su alma se encontraba llena de odio, Bill logró sonreír al ver aquella escena. Era tiempo de que Tom fuera feliz.
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Espero & disfruten de este cap :3. ¿Quién no quisiera tener en su vida a una persona como Gus? *-*
Espero & disfruten de este cap :3. ¿Quién no quisiera tener en su vida a una persona como Gus? *-*