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Tercera novela. (Fandom: Tokio Hotel/ HIATUS)

24 nov 2012

Capítulo treinta y siete


L

os ojos de Tom se abrieron un poco al descubrir que Gustav sabía lo del beso y no era necesario hacer una profunda investigación para deducir que Kimberly fue la que le había contado. Pero que él recuerde, Kim no hablaba con nadie, solo con David y eso porque era su psiquiatra. Sus labios se curvaron para dar una escondida sonrisa y encogió lentamente los hombros: al parecer, la barrera que había construido ella misma, no era tan resistente como presumía. Eso era algo bueno.

—Sí, lo hice —afirmó mirándolo con tranquilidad pero al descubrir que Gustav no lo estaba, hizo que subiera la guardia pero de una manera alarmante ya que comprendió que su amigo estaba malinterpretando las cosas—. Pero, no es lo que tú crees. Te explicaré lo que está pasando. —aseguró tratando de calmar su tensión pero lo único que logró fue que su compañero cerrara fuertemente sus puños y maldijera entre dientes.

—¿Explicación? Por dios Tom, ¡esto no tiene explicación! —explotó—. Es una paciente… una paciente que no tiene idea de lo que estás haciendo —habló haciendo movimientos torpes con las manos—. Tú, ¡tú te estás aprovechando de eso! —gritó sin poder contenerse y le dio un empujón logrando que Tom se golpeara la espalda contra la pared.
El chico de rastas parpadeó varias veces, atónito, ante la respuesta de su compañero.
—Yo jamás me aprovecharé de ella —le aclaró manteniendo la calma y al mismo tiempo, tratando de mantener la calma de su amigo. Pero era inútil—. Sé que la situación no está a mi favor, pero te repito, déjame explicarte. —La mandíbula de Gustav se apretó más pero accedió a escucharlo. Espero su respuesta, pero ésta jamás llegó—. Yo…—suspiró— no tengo las palabras —soltó torpemente. No sabía cómo empezar a narrar un sentimiento que tenía desde hace tiempo pero que apenas empezaba a comprender. Se sintió inútil al no poder defenderse y solo agachó su mirada, rendido.
—L… lo siento, no sé decir —confesó entre balbuceos y pudo ver de reojo como Gustav asentía con su cabeza.
—Quiero que te largues, si no lo haces por tu propio pie, te sacaré yo mismo a patadas —le aseguró entre dientes.
—Tú no tienes el derecho de decirme esto —afirmó mirándolo con su ceño fruncido—. Gustav, te puedo asegurar que mis intenciones con Kim no son malas —suspiró—. Lo que pasó no pudo ser evitado, ¿ok? —No tenía la menor idea de cómo explicarlo a lo que comenzó a sentirse desesperado—. ¡Si en mis manos estuviera, no me hubiera enamorado! Pero es algo que no puedes controlar. Kimberly es una mujer, después de todo —finalizó en susurro.
—Si, ella es una mujer a la que yo aprecio y le tengo respeto —calló por unos segundos—. Pero ella es una persona que no puede querer porque no sabe qué es eso.
—Nunca es tarde para aprender —le aseguró. Aquel comentario, de alguna manera, sonó como una amenaza para el rubio.
—Tú no entiendes nada, ¡eres un estúpido! Sí, eso es lo que eres —afirmó gritándolo a los cuatro vientos— ¿Acaso no ves en qué lugar estás, con quiénes trabajas, a quiénes cuidas? ¡Es una institución mental maldita sea! Cada persona que se encuentra aquí, cada paciente es un recuerdo olvidado de lo que antes era. Duele, pero es así y Kimberly no es la excepción: ella vive en el mundo que su mente creó, ella no razona lo que está bien o lo que está mal, no entiende nada de lo que pasa en el exterior y jamás lo hará porque perdió el contacto con la realidad desde hace tiempo —suspiró. Lo que había dicho le había lastimado; él lo sabía desde hace tiempo pero nunca se ánimo a pronunciarlo ya que se trataba de su primer amiga y desde luego que le dolía. Era una persona querida por él pero… como futuro Doctor, era tiempo para ver las cosas como son.
—Me sorprende que una persona que presume tenerle aprecio y respeto diga todas esas tonterías —manifestó con cólera. No le agradaba la idea de que la trataran como una vil loca, aunque se supone que eso era y que al principio, Tom no sentía vergüenza de llamarla de esa forma.
—Me sorprende que una persona con sus cinco sentidos no se haya dado cuenta de esto antes y más si la persona se iba a meter a trabajar a un hospital psiquiátrico. Entiéndelo Tom, una persona normal no vive en ese grado de fantasía. Kimberly es lo que es y no podrás cambiarlo. Vete de aquí —le repitió— o aprende a verla como una paciente y nada más. Te lo digo por el bien de Kim… y también, por el tuyo. Las cosas con ella son más complicadas de lo que parecen.
Aunque Gustav parecía ya estar en calma, el ambiente se sentía aún demasiado tenso y parecía que los dos se mataban por miradas hasta que Tom decidió romper el frustrante silencio.
—Lamento informarte esto, pero no accederé a tu petición. No me pienso ir y no pienso ver a Kimberly como una simple paciente. Ella es más que eso para mí y si no lo es para ti… bueno, ese no es problema mío.
Gustav negó.
—Eres un ciego, sordo y terco. Trata de entender que lo que te digo es parte por tu bien. —Tom le sonrió con sarcasmo y caminó hasta él para detenerse justo a su lado.
—Gracias, pero no necesito que te preocupes por mí. He aprendido a cuidarme solo —y al dejar esto en claro, salió.

En la puerta, se encontraba Georg quien había escuchado la mitad de la conversación. No intervino ya que sabía que no ganaría nada con hacerlo. En el momento en que Tom pasó por un lado suyo, trató de palmear su hombro, pero el chico rechazó aquel gesto y siguió de largo sin ni siquiera mirarlo.
—¿Tu también sabías de esto? —le cuestionó Gustav al descubrir que él también se encontraba presente.
—Digamos que, de alguna manera, lo presencié —le respondió entrando a los vestidores mientras su compañero soltaba una irónica carcajada.
—¿Y no le dijiste nada?
—¿Qué podía hacer? —preguntó alzando sus hombros—. Pude saber que los sentimientos de Tom eran sinceros.
—Esa no es excusa. Sabes que su vida puede estar en peligro ¿y aun así dejaste que pasara todo esto? —Georg cerró sus ojos y soltó un pesado suspiro.
—Lo que le pasó a Oscar fue en una situación completamente diferente. — le infirmó al deducir que Gustav trataba de mencionar ese tema. El rubio negó.
—Puede que haya sido diferente, pero la que lo ocasionó fue la misma persona. Kimberly es impredecible y… aunque me duele decirlo, es peligrosa. Y aunque sé que la situación se ha calmado —continuó antes de que Georg lo hiciera—, sabes que si lo hizo una vez, lo hará una vez más.

Otra vez, aquel silencio abrumador pero más que nada, era la intriga de Georg al tratar de deducir lo que Gustav planeaba en su mente ya que sabía, que fuese lo que fuese, no sería nada bueno, al menos, para Tom.

—Necesito que me hagas un favor. Aunque más que eso, es una necesidad. —Habló por fin.


*



El canto de los grillos y el descenso de la temperatura avisaban que la noche había llegado por fin. Kimberly, quien disfrutaba de la caricia en sus cabellos de su otro yo, comenzaba a sentir ese ya conocido revoltijo de estómago avisándole que se sentía nerviosa y emocionada a la vez, pero esta vez, aquella sensación era de nervios y preocupación.

¿Qué se supone que le dirá cuando lo vea? —su ceño se frunció—, a todo esto, ¿estará lista para confesarle a Tom el por qué está en ese lugar? Su verdad, no la que los doctores dicen que es. Y lo más importante, ¿le creerá?

—Kimy

—¿Mh?

—Se supone que Tom sabe todo acerca de mi historial clínico, ¿cierto? —preguntó con dificultad.

—Se supone… —la chica hizo una mueca y meditó un momento—. Le debieron hablar todo acerca de ti, es su responsabilidad y deber, ¿por qué, qué ocurre? —Kim negó.

—Solo pensaba si… sería mejor contarle toda la verdad a Tom —calló por unos segundos—, y eso incluye lo de Bill. —al confesar su idea, se levantó de las piernas de Kimy y se sentó sobre las suyas—. También, quería hablarle acerca de Sam. Quisiera aprovechar que todavía estoy sin poder verlos.

Kimy asentía ante cada palabra pronunciada y al final, bajó su mirada. No estaba convencida, sabía muy bien que era mala idea ya que aun no era el momento indicado para que Tom supiera acerca de la existencia del llamado “tercer” ojo y mucho menos, sobre su propio hermano.

Al parecer, Kimberly no lograba comprender las consecuencias.

—Kimberly, yo escuché cuando David le decía a Tom sobre tus alucinaciones y sobre lo agresiva que te pones sin razón alguna. Le advirtió que lo podías llegar a lastimar y que era preferible tomar precauciones. —La paciente se sorprendió al principio, pero después, bajó su triste mirada.

No era que había olvidado a toda la gente que había atacado, simplemente, había decidido reprimir todos aquellos horribles recuerdos. La hacían sentir culpable y miserable; y lo peor de todo es que aunque estaba consciente cuando los atacaba, por dentro, sentía que no era ella la que lastimaba al personal, sino alguien o algo más. Aquella sensación le causaba escalofríos.

—¿A dónde quieres llegar?

—Él apenas logró asimilar que sufres de delirios, ¿no crees que si le dices algo más, el que perderá la cordura, será otro? —miró hacia otro lado—. Su mente en estos momentos está débil Kim, tiene muchas cosas en la cabeza: tú, Bill, él mismo…, si le llegas a decir en estos momentos de confusión sobre tu tercer ojo y sobre todo, si le llegas a decir que has entablado una conversación con su propio hermano, ¿qué crees que hará? Eso sería la gota que derramaría el vaso. Lo perderás y él se perderá a sí mismo. —negó—. Si le llegas a decir, será una mala idea.

La mirada de Kimberly se endureció. Esa mirada que la caracteriza y que hace que sea temida por todos en el hospital.

—Titubeé —murmuró atónita—. ¿Cómo pude hacerlo? ¡¿Cómo pude bajar mi guardia?! —gruñó y se levantó de la cama con rapidez.

Miraba el piso pasmada, ¿qué le había sucedido? ¿Contarle a Tom acerca de su verdad? No, la mejor pregunta era ¿cómo dejó que aquel estúpido guardia derrumbara la barrera que tanto trabajo le había costado hacer? Gruñó.

—Soy una tonta.

—No, Kim. No lo eres. —le aseguró Kimy sonando por fin como una niña y no como una adulta—. Estás enamorada.

—¡¿Enamorada?! —gritó volteando a verla—. Si en verdad fueras yo, comprenderías muy bien que yo no puedo estar “enamorada” —le dejó en claro y en el acto, sus hombros se encogieron—. Ni siquiera sé lo que significa aquella palabra —murmuró con un hilo de voz.

—Kim… —la nombró preocupada poniéndose de pie sobre la cama—. Kim… —los ojos de la niña comenzaban a llenarse de lágrimas. La mente de Kimberly se perdía cada vez más y más.

“Nunca debí de haber aceptado la petición de Bill. Desde que él y Tom llegaron, mi vida se complicó más. He bajado mi guardia, ¡me he mostrado débil en frente de todos! Tom —gruñó— él es el causante de esto, él es el principal causante de mis problemas. Debe desaparecer, debe hacerlo ahora, ¡ahora! Por su culpa… por su culpa —sus dientes se apretaron— mi alma comenzó a sentir otra vez. No puedo permitirme sentir, no puedo permitir ser una persona ya que si lo hago, seré un blanco fácil para esas malditas almas corrompidas. Sam, él aprovechará para lastimarme y eso es algo que no permitiré. Primero muerta”.

—Kim…

—¡Deja de llorar! —gritó a todo pulmón lo que ocasionó que Kimy llorara más fuerte—. Cállate. Se supone que eres yo, ¡no puedes llorar! —le advirtió sacudiéndola por los hombros pero el llanto de Kimy no se cesaba y las manos de Kim comenzaban a temblar—. Debemos ser fuertes, no podemos mostrar sentimientos… no debemos… —tragó un inevitable sollozo— no debemos… —malditas lágrimas, maldito Tom, ¡maldita sea!— ¡¡No debemos amar!! —Gritó por fin soltando el incontenible llanto que solo expresaba dolor mezclado con impotencia.

Eran dos llantos diferentes provenientes de la misma persona: una lloraba por el sufrir de la otra. Y la otra lloraba por el sufrir de las dos.

Y la energía que emitían sus llantos era tan poderosa debido al dolor que ocasionó que los espíritus que merodeaban los pasillos, aparecieran al alrededor de esa habitación para alimentarse de todo ese sufrimiento que les brindaba un sorprendente poder.

—Ellos están aquí —susurró Kimy entre sollozos. Kimberly, la abrazó más fuerte y lo único que le respondió fue “lo sé”.

*


Tomó la bolsa negra y quitó las llaves de su pantalón. Se aplaudió a él mismo por tener la brillante idea de esconder la bolsa negra en el cuarto de seguridad, debajo de los monitores en el momento en el que llegó al hospital. Si Gustav lo hubiera visto, la discusión no hubiera tenido fin y tal vez, se lo hubiera arrebatado.

—¡Oh! —exclamó retomando el aliento—. No te has ido, excelente. Escucha Tom, tengo algo que decirte —le advirtió poniéndole un alto con su mano izquierda.

—No tengo tiempo, voy algo… retrasado —informó comenzando a caminar pasando de largo el alto de su compañero y así, sin darle más rodeos, caminó hasta el pasillo a lo que Georg soltó un largo suspiro y decidió ir tras él.

—Tom te lo pido, ¡tienes que escucharme! —el de rastas bufó y metió su mano en la bolsa de su pantalón mientras seguía su camino—. Es importante —le aseguró y sonrió aliviado al ver que logró hacer que se detuviera

—No me digas. Te mando Gustav, ¿cierto? —cuestionó mirándolo de reojo.

—Eh… sí y no. Lo que te tengo que contar tiene que ver con Kimberly pero…

—No me interesa escuchar lo que Gustav piensa acerca de ella. Ya lo dejó muy en claro en los vestidores y no quiero volver a oírlo —le indicó volviendo a caminar.

—¡Tiene que ver con lo que le sucedió al último guardia de Kimberly! —de nueva cuenta, se detuvo.

Oscar, el guardia antes de él. Según había escuchado del mismo Baecker renunció por motivos personales al parecer, fue algo más que eso. “¿Qué demonios ocultan?”, pensó mirando a Georg de reojo.

—No me interesa. —dijo por fin marchándose de una vez por todas. No quería escuchar nada de nadie, sobre todo si lo que tenían que decir eran acusaciones contra Kimberly—. Ustedes, no tienen límites —le señaló a la nada.

El foco rojo se encendió y la alarma sonó. Tom volvió a tomar la bolsa negra y se aventuró por ese triste y desolado pasillo. Si alguien extraño al hospital entrara a aquel piso pensaría que era un sitio olvidado por todos ante su silencio y su deterioro. Algo triste, pero cierto.

—¿Kim? —la llamó antes de abrir la puerta pero no obtuvo respuesta. No importaba, entró de todos modos y solo para percatarse de que no se encontraba acostada en su vieja e incómoda cama. Frunció su ceño y volteó hacia la puerta que daba hacia el escondido baño: estaba abierta y el cuarto se encontraba en completa oscuridad, ¿qué pasaba aquí?—. Kim, ¿estás bien? —le preguntó preocupado y entró dejando la bolsa negra a un lado de la cama—.¿Kim? —la volvió a llamar al ver su silueta: estaba recargada en la pared y sin dar un paso más, el guardia trataba de encontrar a ciegas el interruptor de la luz pero al sentirlo, notó que Kimberly se movió.

—Vete.

—¿Qué? —cuestionó apartando su mano de la pared.

—Vete —repitió con un poco de desesperación en su voz al darse cuenta que Tom trataba de acercarse a ella.

—Kim, ¿qué sucede? Soy yo, Tom —le recordó algo iluso tratando de tocar su rostro, pero la chica esquivó aquel gesto—. ¿Estás enojada? Acaso… ¿acaso hice algo mal?

—Tenías que venir, ¿verdad? Tenías que venir y arruinarme la vida —señaló con cólera—. Yo me encontraba tan bien, ya me sabía controlar, ellos ya me habían dejado en paz. Me había convertido en piedra, lo que tanto había deseado pero…

—¿Ellos?

—… tu tuviste que llegar y echarme todo a perder. No sabes cuánto te detesto.

—Kim…berly —la nombró anonado y negó—. No, tú no sientes eso por mí.

—Vete —repitió una vez más—. Vete, lárgate, ¡y llévate tus sentimientos de aquí! No quiero saber nada de ti, ¡por tu culpa me volví débil y dejé que cosas malas pasaran! ¡Te odio, vete, vete, vete! —gritaba subiendo la intensidad de su voz en cada palabra hasta que explotó y comenzó a empujarlo fuera del baño sintiendo aun las lágrimas viajar por sus mejillas pero gracias a la oscuridad, Tom no podía verlas.

—Así que eso es lo que quieres —susurró en el momento en que Kim dejó de golpear su pecho.

Sus manos se cerraron fuertemente y temblaron ante el coraje que no pudo evitar sentir no tanto por las palabras de Kimberly si no, por todo lo que le había dicho Gustav hace un rato. El muy maldito no podía tener razón, no, Gustav estaba equivocado, él lo estaba. Kimberly sabía lo que hacía, Kimberly sabía lo que era el amor y lo más importante, Kimberly estaba enamorada de él así como él de ella.

De un parpadeo, Tom tomó de las muñecas a la paciente y la aprisionó contra la esquina de la pared, dejándola completamente inmóvil y dolida. Esta vez, podía escuchar su respiración a la perfección lo que hizo que observara sus ojos para confirmar que se encontraba llorando. Él lo sabía, lo que decía Kimberly, no era enserio.

—¿Qué haces? ¡No tienes derecho a hacer esto! —gritó—. Haré que te despidan —le aseguró entre dientes y comenzó a forcejear y a quejarse ya que ella sola lograba lastimarse.

—Repítelo.

—¿Eh? —hubo un silencio total en la habitación.

Tom recargó su frente en la de Kimberly y cerró sus ojos sintiendo su aroma. No lo pudo evitar y juntó también su nariz con la de ella. Solo faltaba juntar sus labios pero… necesitaba escucharla primero aunque se moría por dentro. Necesitaba besarla.

—Dime que ya no me quieres ver y que me odias. Dilo —la invitó a hablar luchando contra sí mismo para no besarla—. Dilo una vez más y te juro que me voy.

Kimberly pasó saliva con dificultad y sintió un gran nudo en su garganta. Lo tenía cerca, tanto, que ocasionó que su cuerpo se destensara y que el llanto parara. Esa era su oportunidad, tenía que decirlo y así su vida volvería a ser como antes. Maldición, ¿por qué no lo dice? ¡¿Por qué es tan débil?!

—No hay porque llorar —le aseguró soltando su muñeca para limpiar su mejilla. Kimberly dejó su mano en el aire pero después, reaccionó torpemente y la puso sobre el pecho del guardia, dispuesto a empujarlo pero… en lugar de eso, lo tomó de la playera insinuándole que se acercara más. Lo necesitaba cerca. Lo quería… sentir.

—Te odio —lo dijo por fin—. Te odio porque me hiciste débil —le confesó entre dientes—. Te detesto tanto por eso. —Tom asintió—. Y aunque deseo tanto que te vayas —lo acercó un poco más— algo muy dentro de mí ruega que ignores todas estas palabras y te quedes.

—Me quedaré aunque no puedas verme ni en pintura. Lo haré porque te quiero y no estoy dispuesto a separarme de ti —confesó tomando su rostro entre sus manos y Kimberly se aferró de su playera con las suyas.

—No quiero ser débil —susurró.

—Tú nunca lo fuiste.

Por fin pudo dejar de pelear con su interior y se lanzó a sus labios dispuesto a quitarle todas sus dudas. Esta vez, los labios de Kimberly se abrieron dispuestos a recibir la lengua de Tom y lo dejaron recorrer su boca con toda la libertad posible. Esta vez, Kimberly no tuvo miedo y disfrutó de aquella nueva sensación que la hacía tiritar: placer. Su lengua, acarició la de Tom y al recibir respuesta soltó su playera para ahora, aferrarse a su cuello y sentirlo aún más cerca. El guardia, la tomó por la cintura para separarla de la pared y así apegarla más a su cuerpo para poder tener más facilidad de tocarla y moverla a su voluntad.

“Debo detenerme… pero no quiero”


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dfsklshjghsdlfklhgkdfjghskf tenía que cortar esa escena pues porque.... porque si :X aunque me maten :c era justo y necesario lkdfdsjfhldskjfhdskf Y ustedes, ¿cuál creen que haya sido el porqué Oscar decidió irse del Hospital? O: gracias por leerme *-* <3 br="br">

2 comentarios:

  1. Awwwww mala justo ko dejas ahy!!
    Ame el capitulooo esta hermosa la fic xD vanos Kim dejate amar por Tom...
    mm yo creo q lo golpeo o kizas Oscar quiso pasarse con Kim??
    Siguelaa pronto.. Me encanta la fic XD
    bye cuidateee ;-)

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  2. O kizas Oscar tambien se enamoro de ella??me dejas intrigadaaa!!

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