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Tercera novela. (Fandom: Tokio Hotel/ HIATUS)

23 dic 2012

Capítulo cuarenta y uno



Los días habían trascurrido y las pocas heridas que sufrió el hospital habían sanado. Ya no se hablaba del asesinato que había ocurrido meses atrás, era como si nunca hubiese existido esa persona. Además, ¿para qué recordarlo? Al fin y al cabo, su familia lo había olvidado en el día que lo internaron.

La muerte del paciente ya era historia antigua.

La tensión entre Gustav y Tom había disminuido aunque eso no significaba que el rubio aun estaba de acuerdo con la relación que sostenía con Kimberly. Pero al ver que su amiga era feliz, no podía oponerse como él quisiera. Aunque pudo comprender, que los sentimientos del chico de rastas eran sinceros.

Tom no quiso saber absolutamente nada del pasado de Kimberly (ya que las primeras semanas después de la pelea, Gustav le siguió insistiendo en que tenía que saber algunas cosas de ella), no le importaba. ¿Para qué recordar cosas que la chica quería olvidar? Lo que sea que pasó, fueron errores del pasado. Errores, que estaba seguro Kim no volvería a repetir.

Se sentía bien estando con ella, aunque seguía demostrándose algo distante, ya no era tan fría como lo era antes. Solo por eso le gustaba ir al trabajo, extrañamente, ese lugar lleno de tristeza le daba tranquilidad a su mente pero, la persona que se encontraba en la habitación 1014 del último piso del inmueble, se lo llevaba todo: distraía su mente, su cuerpo se sentía en paz y lo más importante, con ella, podía sonreír. No importaba qué.

Pero, cuando la noche se terminaba, toda buena sensación en su cuerpo se desvanecía y regresaba a su cruda realidad que ya llegaba a sentir como un infierno. Por más que no se quería mostrar débil frente a sus padres y mucho menos con su hermano… simplemente no, ya no podía. Ya era mucho dolor para su alma. Bill ya tenía mucho tiempo en coma y los Doctores no les habían dado alguna buena noticia: su gemelo no ha tenido mejoría y podía sospechar que las cosas solo iban de mal en peor. Por más que intentaba no pensar en lo peor, no podía evitarlo. Ya era demasiado.

Sabía que lo mejor era dejarlo todo ahí, sentía en su interior que su hermano estaba sufriendo pero… por más que quería ser fuerte, no podía.

No lograba verse sin su gemelo. Después de todo, él era la única familia que le quedaba.

Bill sabía lo que Tom ha estado pensando y por dentro, se sintió agradecido al saber que pensaba dejarlo ir. Pero, todavía no, no era el momento. Aun le faltaban un par de cosas por hacer: enfrentar a su padre, Jörg, era la primera. Quería hacerlo solo, sin que Tom lo supiese ya que sabía que eso solo lo desmoronaría aun más.

Él, Bill, sería el único capaz de hacerle pagar por todos sus pecados. Haría pagar todo el daño que le hizo a su familia, haría pagar su abandono.

Segundo, estaba su gemelo. Hablaría con él, para eso es que se estaba “entrenando” con Sam. El chico había comprendido que enfrentar las cosas por medio de Kimberly no era la forma correcta de hacerlas. Ella no es de su familia, ella no comprende el dolor que han cargado desde niños.

Hablar con Tom simplemente no le correspondía y de mala gana, comprendió que involucrarla en esto había sido una mala idea.

Y por último, su madre. Pero hablar con ella, no le correspondía a él, sino a Tom. Por eso necesitaba hablar con él primero.

Simone lo había menospreciado tanto que ni siquiera Bill lo soportaba. Había sido cruel con su hermano por tantos años que era el momento de ponerle un alto. Acto que le corresponde solamente a Tom.

Para cuando aquella confrontación llegase, él no iba a estar ya en este mundo. Lo sabía, lo tenía presente. Se sentía mal por eso: dejar solo a Tom cuando se enfrentara con su madre, su mayor desafío. Pero de alguna manera, sentía que eso era lo correcto; estaba seguro, que eso era lo que Tom necesitaba para volverse fuerte y de una vez por todas, independiente.

Para todo aquello Bill tenía que hacer sacrificios, pero no le importaba. Sam le había explicado el por qué su alma había perdido color, éste le respondió con honestidad y le advirtió que se estaba llenando de odio y pronto, se corrompería. A lo que Bill no podía estar más de acuerdo.

Tal vez marcharse con odio no era lo que él esperaba, pero si eso significaba cumplir con sus metas y ayudar a su hermano, lo aceptaría sin reproche alguno.

Últimamente, no ha visitado a Kimberly aunque ésta se lo pidiera. Lo mejor era alejarse de ella, que se olvidara de él y del favor que le había pedido. También, esperaba que se olvidara de su hermano ya que (aunque él realmente quería verlos juntos) sabía que su relación no iba a funcionar y mucho menos, terminaría bien para alguno de los dos.

Aunque fuesen felices por el momento, aquel sentimiento no era para siempre. Él lo tenía más que claro, también Sam.

El chico cada vez se volvía más distante y a la vez más sincero con su pupilo, ¿para qué seguirle ocultando la verdad? Si ya le había contado casi todo aquella vez en el hospital. Bill casi sabía todo de su vida, cosa que Kimberly ni siquiera se imaginaba. Kim… su amor platónico desde que la vio crecer.

Aun no podía comprender como es que se llegó a enamorar de ella. Ni siquiera logró sentir aquel gesto por alguna mujer cuando se encontraba con vida y ahora, gracias a la ironía, lo conoció estando muerto. ¿Qué acaso su sufrimiento no iba a terminar nunca?

La quería, pero la odiaba al mismo tiempo al saber que lo que sentía era algo imposible y estaba consciente de que nunca iba a ser correspondido. La detestaba por haberle dado la espada cuando le pidió ayuda y cuando se negaba a escucharle en extraños momentos donde tenía ataques de amabilidad y trataba de darle ánimos. Y por último, la aborrecía… porque ella si pudo encontrar un amor. Porque aquel sentimiento era mutuo. Porque era feliz y no era por él, porque se volvió fuerte y no fue por su ayuda. Era por Tom. Encontró todo lo que buscaba en ese guardia y no en él. ¿Por qué? ¿Qué es lo que él tenía de especial (quitando el hecho de que él si estaba vivo), qué es lo que le faltaba para estar a su altura?

Pero, el peor sentimiento era el odio que se tenía a sí mismo por lastimar a la única mujer que amó. Eso jamás se lo perdonaría. Nunca. Si es cierto que Kimberly se encontraba internada en el hospital a causa suya… jamás fue su intención hacerla terminar como una loca. Las cosas se le habían salido de las manos. El sentimiento de venganza y rencor que sentía hacia el doctor que lo había asesinado era tan grande que no lo dejó pensar con claridad y cuando logró volver en sí, ya era demasiado tarde: Kimberly estaba encerrada.

Eso le enfurecía y lo hacía sentir más miserable: además de cargar con su pena, cargaba con la de la muchacha que al fin y al cabo, era completamente su culpa.

Suspiró. Y después vinieron los celos hacía todos los que querían ayudarla, por ejemplo, ese tal Gustav. En ese tiempo, Sam tenía la idea de que nadie sería capaz de ayudarla, nadie excepto él pero después, ¡tuvo que llegar ese maldito guardia y arruinar todo!

Tom le hizo entender que él no era la salvación de Kimberly, no lo fue y nunca lo será.

Aquello era… triste.

—Pero… si él es lo que tú necesitas te juro que yo… yo… —titubeó—. Kimberly… —susurró acariciando, no, rosando con miedo su mejilla— desapareceré para siempre de tu vida.

Le prometió a la chica que yacía profundamente dormida y que se protegía con la sábana que su pareja le había regalado noches atrás.


«Ya no te haré daño. Nunca más.»





—Lindo listón, combina con tus ojos —bromeó Tom tomando asiento a un lado de su compañero. Georg rió por lo bajo y sin sentirse ofendido siguió jugando con el listón verde que se había encontrado a las afueras del hospital hasta que al final, decidió guardarlo en la bolsa de su pantalón.

—Puedo preguntarte algo… sin... qué te ofendas —su compañero asintió—. ¿Por qué aun lo conservas?

—Uh bueno, la verdad no lo sé —confesó mirando hacia el piso—. Estaba dispuesto a tirarlo cuando llegué a casa pero… sentí que no era lo correcto y decidí conservarlo. Tan fácil como eso.

Tom sonrió.

—Eres tan raro, Listing.

—¡Gracias!

Entre sonrisas, Tom miró hacia el ventanal. Los dos guardias se encontraban sentados en el pasillo de los consultorios. Aquella era una noche tranquila y Tom solo esperaba la hora para ir a visitar a Kimberly.

La nieve que caía con suavidad les informaba que ya estaba a punto de entrar el invierno. Una estación favorable para el de rastas, ya que siempre le había gustado ver caer la nieve, como en ese momento.

—Te tranquiliza, ¿cierto? —escuchó de pronto de su compañero. Tom, sin contestarle, asintió.

De la nada, se puso de pie y avanzó hacia la gran ventana, mirando con dirección hacia el pequeño jardín de girasoles: todos estaban sepultados debajo de esa manta blanca, perdiendo su color. Parecía que la nieve estaba dispuesta a desaparecer todo lo relacionado con el sol.

«Y también… quisiera saber… por qué son tan hermosos aquellos girasoles que se encuentran en el jardín»

Recordó fugazmente.

Recargó su mano en el vidrio y poco a poco fue apretándola. Kimberly quería estar en ese sitio, ella quería ver los girasoles en persona, tocarlos, olerlos y tal vez hasta llevarse unos cuantos a su habitación.

Tom había notado (las pocas veces que le ha tocado llevarla con el Dr. Jost) que aquellas flores siempre la hacían sonreír. No importase si se encontraba de mal humor. Los girasoles la hacían sentir bien, le encantaban esas flores aunque ninguno de los dos supiera el porqué.

Sus hombros se encogieron. Y ahora, ¿qué pasara cuando Kim vea que ese campo amarillo ya no existía? Se pondría triste. Sacudió su cabeza. No iba a permitir que eso pasara.

Él le había prometido que la llevaría a conocer los girasoles. Bueno. Aquella promesa se iba a cumplir, ¡hoy mismo!

—Georg, ¿el Dr. Jost sigue en su oficina? —preguntó sin despegar la vista del campo.

—Uh, creo que sí. ¿Por qué?... ¿Tom?

—¡Te veo al rato! —se despidió sacudiendo su mano para después, perderse por el pasillo.

Georg bufó. Algo se traía entre manos, estaba seguro. ¡En fin!


Sacó nuevamente su listón verde y prosiguió jugando con él perdiéndose en ese lindo color verde que lo hacía suspirar.





—¡Dr. Jost!

—¿Sí, muchacho? —contestó alarmado dejando de llenar las últimas planillas para poder irse a su casa— ¿Sucede algo malo… con Kimberly? —se atrevió a cuestionarle ante la forma en la que había entrado.

—Eh… no, pero si tiene que ver con ella —aseguró torpemente.

—Habla —dijo interesado. Se acomodó en su silla y entrecerró sus ojos.

—Verá, estoy seguro que usted ha notado que a Kimberly le gusta demasiado los girasoles que se encuentran haya afuera —señaló la puerta. Jost asintió.

—Prosigue.

—Bueno, me gustaría que le diera permiso de salir a verlos, antes de que queden completamente sepultados por la nieve —lo pidió con tanta seguridad de que iba a recibir un “sí” que no pudo evitar sonreír.

Las cejas de Jost se alzaron ante esa petición. ¿Qué acaso el muchacho era idiota? Al parecer había olvidado que los pacientes del último piso tenían prohibido salir, por seguridad.

Juntó sus manos sobre la mesa y miró hacia la puerta entreabierta logrando ver que estaba nevando.

Tom estaba en lo cierto, Kimberly amaba los girasoles del jardín pero aun así…

—No estoy seguro en acceder ante tu petición.






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Jost, di que sí >:c kdfjhdskjfhdkgf aprovecho en subir este capítulo solo para desearles una muy feliz navidad :D que mañana tengan un día especial con todos sus seres queridos y que el 25 reciban todo lo que pidieron OJO, hay que recordar que lo material no es lo importante sino el cariño, el respeto y amor que te dan sin la necesidad de recibir algo a cambio.
Los quiero mucho lectores, ¡felices fiestas!

PD. ¿Quieres saber sobre mí? Puedes hacer todas las preguntas que quieras AQUÍ!!

1 comentario:

  1. Siii que diga q siii!! *.* hay el liston verde pobre chica :( ..
    Sam me gusto mucho esa promesaa :D ojala ya dejes en paz a Kim.. Amo cuando Tom y Kim estan juntos ;P..
    Feliz Navidad.. Amo tu fic.. Siguela prontoo cuidateee.. Besos y bendiciones un abrazoo
    bye :D

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