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Tercera novela. (Fandom: Tokio Hotel/ HIATUS)

9 feb 2013

Capítulo cincuenta y tres



Su paso era apresurado: estaba ansioso, ya quería verla. Oh dios, la extrañaba tanto… Abordó el ascensor y en menos de dos minutos estaba llegando ya al último piso. Se bajó y sintiéndose nervioso se encaminó hasta la puerta de seguridad. Faltaba poco, muy poco…

—¡Kaulitz!

El joven se giró cómo si hubiese sido descubierto en un acto de robo o algo parecido. Baecker estaba también en aquel piso, al parecer, él había usado las escaleras minutos antes de que él usara el ascensor.

Se tensó un poco y no tuvo más remedio que ir hacia dónde su jefe. Éste, al ver el nuevo look de Tom, hizo una mueca de desaprobación y negó levemente: los jóvenes de ahora, pensó.

—¿Sucede algo malo? —cuestionó cabizbajo.

—¿Qué haces aquí? —Tom lo miró extrañado y echó una vista rápida hacia la puerta de seguridad, después, la señaló.

—Es mi guardia. Me corresponde estar aquí —le recordó y Baecker volvió a negar.


—Me refiero a qué hace aquí. Pensé que seguiría guardando luto por lo de su padre —Oh, eso. El chico desvió su mirada tratando de fingir indiferencia ante ese comentario.

—No se puede estar triste por siempre —dijo sin más—. Además, esa es la ley de la vida: tenía que suceder tarde o temprano, supongo.

Silencio. Maldición, ese hombre como le causaba escalofríos y luego estando los dos solos en la oscuridad del piso el semblante del Director Baecker era más sombrío que de costumbre.

—Me gusta su manera de pensar —admitió asintiendo y echó una mirada a la tabla de apuntes que sostenía con sus dos manos.

—Gracias —murmuró dudoso—. Eh, creo que seguiré con mí… trabajo —avisó retrocediendo dos pasos pero nuevamente, la voz del Director lo detuvo.

—Oh Kaulitz, sobre eso, necesito que vayas al dormitorio masculino —sonrió—. A la vez, me alegra que hayas regresado, necesito un poco más de seguridad en esa área: los pacientes andan un poco inquietos —informó entrecerrando los ojos.

Tom hizo una mueca debido a la ansiedad.

—Pero… yo tengo que…

—Has faltado tres días, uno más de ausencia por aquí no hará daño, ¿o sí? —no hubo respuesta—. Yo haré esa inspección por ti, ¿te parece? Después de todo, tengo un asunto pendiente con uno de ellos —señaló hacia la puerta con la mirada.

Tom pasó saliva con dificultad.

—¿Con cuál de todos?

Baecker soltó una leve carcajada.



—¡Oh, eso es lo de menos! —exclamó dándole un apretón en su hombro—. Por cierto, bienvenido otra vez Kaulitz y bienvenido sea tu nuevo cabello también —aprobó entre dientes accionando la alarma de seguridad dejando a su empleado en el umbral de la entrada.



Tom, atónito, sólo vio como la pesada puerta de metal se volvía a cerrar detrás del Director. Ese señor era extraño, sí, lo diría siempre que se lo topara y es que era la verdad.

Suspiró y de mala gana, regresó al ascensor para cumplir con sus órdenes. Era mejor no hacerlo enojar y mientras más rápido haga su trabajo, más rápido podría ir con Kimberly, pensó. Aunque sabía que no se concentraría en nada, su nerviosismo no lo dejaría.

Inhaló todo el aire que pudo y lo exhaló pesadamente. Qué buena bienvenida, pensó con sarcasmo.

—Agh… —se quejó por lo bajo mirando las esquinas del ascensor.

Nuevamente ese olor ha quemado.



Jeny seguía en ese estado de shock. Kimberly no sabía qué hacer: tenía que ayudarla, pero si hacía un movimiento en falso en frente de Baecker, le costaría y mucho.

Se quedó paralizada escuchando con atención los leves lamentos de su amiga: le tenía miedo a Baecker, ¿por qué? No lo entendía, ¿le conocía? Era algo probable…

—Kimberly —le llamó captando su atención—. ¿Sucede algo, te sientes mal?

La chica negó levemente.

—¿Qué hace usted aquí? Nunca viene a verme a estas horas —cuestionó tratando de evadir sus preguntas.

Baecker le dio una de esas sonrisas que le daban a entender que no sucedía nada malo.

—Una enfermera me informó acerca de tu comportamiento hace ya unas noches atrás. Sólo tomo mis precauciones —informó y Kimberly asintió comprendiendo.

Así que la enfermera que le había descubierto hablando con Bill la había delatado. Bufó, no era de esperarse, era claro que iría con el chisme. Aunque eso extrañamente la calmó: aquello era una explicación lógica del porqué Baecker la visitaba mucho últimamente pero era ya momento de retirarse. Jeny lo había hecho hace unos minutos y le preocupaba que hiciera algo… malo.

—¿Y el Dr. Jost? —preguntó de la nada—. ¿Sigue pendiente de mi… estado? —aquello había venido ya que en esas últimas semanas no lo había visto ni siquiera para tomar sus sesiones vespertinas. Se podría decir que estaba más al pendiente el Director que él.

—No te lo tomes personal —comenzó—, pero le pedí que me diera algo de espacio contigo. Verás Kimberly, tú no tienes una buena reputación con el personal —le recordó, aunque Kimberly no entendió muy bien aquello— y es mejor si yo mismo estoy al pendiente. Te repito, sólo estoy tomando mis precauciones.

La chica volvió a asentir.

—Bueno, ya vio que estoy bien, ¿podría retirarse? —pidió con amabilidad—.Quisiera dormir.

Baecker entrecerró sus ojos.

—Sí, comprendo. Que descanses Kim. —ella sonrió con pesadez y le dio la espalda, dispuesta a meterse a la cama mientras seguía con el pendiente de su amiga.

Al escuchar que Baecker se alejaba, saltó de la cama y llamó a Jeny con sumisa cautela pero no tenía respuesta: al parecer, estaba sola. Apretó sus labios ante la intriga y decidió llamar a Bill: era la única persona que podría ir en su búsqueda pero para su maldita suerte, él tampoco se encontraba cerca…

Suspiró.

«¿Llamaré a Sam?»

Sam. Pudo sentir una ola de melancolía recorrer su cuerpo; hace mucho que no sabía nada de él: ¿dónde estará, estará bien, qué estará haciendo? ¿Se metería en un lío grave? Negó con fuerza. ¿Por qué pensar en él? Ha estado muy bien desde que desapareció repentinamente de su vida, no lo necesitaba y además, sabía que era la mejor opción olvidarlo de una vez por todas pero aun así…

—Espero que estés bien —le pidió al dibujo que yacía en frente de ella.

No podía hacerlo, no era tan fácil. Le tenía lástima, sí, era eso: su alma estaba tan podrida que había perdido el camino y Kimberly, ahora que había aceptado lo que era, estaba decidida a ayudarle a salir de ese infierno.

No importaba si alguna vez le llegó a hacer daño…



Tom salió del dormitorio de hombres un poco molesto: no había ningún problema en ese lugar, todos los pacientes dormían como unos bebés sólo uno que otro se despertaba de golpe, tal vez tenía pesadillas.

Se fue refunfuñando todo el camino, había perdido tiempo, ¡apreciado tiempo! Pudo haber estado con Kimberly en ese par de horas… pero qué vago era, sólo iba al Hospital para verla y no para trabajar cómo era debido. Se rió ante ese descubrimiento tan vil, no se arrepentía.

Abrió de mala gana la sala de seguridad llevándose una mirada sorpresiva de su compañero Georg… ¡Georg! Oh, cuánto le alegraba verlo pero al parecer, su semblante decía todo lo contrario: con ese mal humor se dejó caer en su silla y comenzó a moverse de un lado a otro maldiciendo por lo bajo. Cuando tuvo suficiente, detuvo todo y miró a su compañero por el rabillo del ojo, Georg rió.

—No sabía que tenías una frente tan grande —confesó soltando una carcajada. Tom, apenado, se llevó una mano a su frente para taparla y tontamente trató de mirársela. Volvió a refunfuñar: no era tan grande… ¿o sí?

Bufó.

—No es lo único que tengo grande —le miró arrancándole la sonrisa del rostro. Ésta vez, Tom rió.

—Gay —murmuró poniéndole un fin a la discusión— Y bien…

—Y bien… —arremedó. Se habían quedado sin tema de conversación aunque en realidad había mucho de qué hablar: por qué Tom no le contestaba las llamadas, cómo ha estado, cómo ha estado su familia con la noticia del fallecimiento de su padre, cómo ha estado su hermano, qué ha estado haciendo, el porqué de su cambio de look; y por parte de Georg también había muchas cuestiones: cómo se sentía acerca de esa tal “Jeny”, ¡quién era “Jeny”!, exactamente qué papel tuvo en la vida de su compañero… pero los dos decidieron callar.

—¿No vas a decirme nada de mi nuevo peinado? —Tom decidió aventurarse en una nueva plática.

Georg hizo una mueca y un ademán.

—Ya lo hice: te ves más frentón —Tom puso los ojos en blanco.

—Tomaré eso cómo un: ¡te ves muy bien, Tom! Eres jodidamente sexy —comentó imitando la voz de su compañero—. Además —retomó la seriedad—, tu frente es más grande que la mía, idiota.

Georg no peleó ante eso, simplemente rió: al parecer, Tom había terminado de dirigir la noticia y por fin, estaba volviendo a la normalidad.

«Eres muy fuerte, amigo», aseguró con admiración y lentamente se recargó en la silla de cuero.

Si tan sólo supiera leer su alma se daría cuenta de cómo estaba por dentro…

—Tom, ¿qué haces aquí? —preguntó con tanta seriedad que hizo sacarle un suspiro de fastidio. ¿Otra vez aquella estúpida pregunta?

—Baecker me preguntó lo mismo —informó cansado—: no me iba a quedar en mi departamento para siempre, ¡la vida sigue, mierda! —escupió un tanto molesto.

—¡Me refería a por qué no estás con Kimberly, imbécil! —Tom enmudeció. Oh… siempre entendiendo las preguntas mal—. A estas horas siempre estás con ella y yo estoy aquí cubriendo tu trasero —se explicó un poco más.

Tom se hundió en su lugar y llevó su vista hacia los monitores que brindaban una imagen azul de los corredores.

—Iba con ella, pero Baecker me regresó. —Los ojos de Georg se abrieron un poco.

—¿Y eso? —Tom alzó sus hombros.

—Quería que fuera a vigilar los dormitorios masculinos, según él, ha estado teniendo problemas pero… ¡tonterías! Ese lugar es tan tranquilo que me aburrió —resopló cruzándose de brazos.

—Aunque no lo creas, ellos a veces dan problemas también y con eso de que es Diciembre, algunos del personal piden días descanso para irse a las famosas “posadas” o simplemente, piden vacaciones —suspiró—. Este mes es el más pesado de todos.

Tom asintió comprendiendo un poco.

—¿Y tú no pides descansos? —Georg negó.

—Ni yo, ni Gustav… se nos hace algo estúpido —sonrió pero fue tan malicioso que Tom no pudo evitar encarnar una ceja—. Dime, ¿tienes pensado regalarle algo a Kim? Te tocó difícil, ¡será regalo doble!

—Sigo pensando qué puede ser: no debe ser algo grande para qué no sea descubierto, pero tampoco algo tan chiquito… —calló de golpe, ¿Georg dijo “doble”?— ¿a qué te refieres con “regalo doble”? —cuestionó algo perdido.

Su compañero le miró extrañado.

—¿No lo sabes?

—¿Saber qué? —rió ingenuo.

—El 24 es el cumple años de Kimberly. En ese año cumple sus dieciocho.

Nota final: haha ese Georg y Tom son unos loquillos lol actualicé un poco más temprano, creo yo o.o, espero y disfruten de este capítulo *-* kdfjhkds gracias por leer!! Qué tengan un muy bonito fin de semana lml FOI

1 comentario:

  1. Beacker como jodee!! >.<
    O.o el cumple de Kim qie emocion. Q le ira a regalar Tom?

    Sii Tom q haces ya ete com Kim amo cuando ellos estan juntos . Me encantaa.. Siguelaa pronto :D

    Bye cuidate bonito fin de semana :P

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