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Tercera novela. (Fandom: Tokio Hotel/ HIATUS)

5 abr 2013

Capítulo sesenta y dos



En verdad se sentía como un remolino. Estaba cayendo pero no tocaba fondo, a su alrededor, sólo veía sus recuerdos antes del accidente: pudo reconocer a Iris en uno de ellos, una cena familiar cuando Simone y Jörg estaban juntos, la vez cuando Tom le estaba enseñando a andar en bicicleta, la primera vez que se enfermó, la primera vez que pisó un hospital. Pudo observar la primera pelea de sus padres debido a ello, claro, no era algo que quisiera recordar, de hecho, no quería recordar nada. Sólo quería salir y olvidarlo todo, quería gritar. Todo esto estaba siendo tan abrumador para él que sentía que no iba salir de ahí con vida.

—Sácame de aquí Kimberly —chilló observando como esos recuerdos giraban con más rapidez alrededor de él. Se mareaba, tenía nauseas, sus ojos comenzaban a llenarse de lágrimas, en verdad ya no quería ver nada: no quería recordar los buenos ni malos momentos. No quería recordar el pasado, porque lo extrañaba. Lo hacía demasiado y le dolía saber que nunca jamás podrá recuperar esos preciados momentos, era triste, su vida estaba perdida.

El remolino de imágenes comenzaba a hacerse más pequeño, parecía que quisiera aplastarlo. Bill bajó su vista hacia sus pies notando que no podía visualizarse el piso. Estaba flotando en la nada, con una lluvia de recuerdos atacándole por todos lados. Estaba atrapado.

—¿¡A dónde mierdas me mandaste!? —gritó cerrando fuertemente sus ojos—, sácame, sácame, sácame,¡ ¡sácame Kimberly!!

Sus ojos se abrieron de golpe e instantáneamente sus pupilas se dilataron: ¿qué es lo que sentía en su cuello? Parecía un tubo, le calaba, le ardía al pasar saliva. Aturdido, bajó su mirada encontrándose con algo que lo dejó helado.

«Estoy… en el hospital, regresé a la habitación —concluyó observando todas las máquinas a su alrededor—. Hiciste que volviera Kim, ¿por qué? No lo entiendo —pero no importaba, iba a volver—. No puedo dejarte en ese estado, eres mi amiga, no debo abandonarte…»

Pero no se levantó. No podía hacerlo, sentía su cuerpo demasiado débil y frágil: con cualquier esfuerzo que hacía, sus piernas temblaban sin control. Espera… ¿cuerpo?

«¡He vuelto a mi cuerpo! —y eso, no era todo—. Mi… mi mano, puedo moverla, ¡puedo mover mis manos!», las mantenía en su borrosa vista: las extendía y las volvía a contraer, jugaba con sus dedos, giraba sus muñecas. Movía su cuerpo, ¡el de carne y hueso! Eso… eso quería decir que… oh, no.

Sus ojos se abrieron de par en par.

Escuchó como algo se caía, a la distancia de la puerta: platos se quebraron.

Había alguien más en la habitación

No. No lo digas.

—¡¡Doctor, doctor!! —No, cállate—, venga rápido, ¡¡doctor, el paciente ha despertado!!

Una gota de sudor recorrió la sien de Bill pasando lentamente su mejilla izquierda hasta perderse en la cansada almohada de su cama. Había regresado… completamente. No, eso no podía ser posible, ¡él no podía volver!

Se quejó por lo bajo. El tubo que sentía en su cuello comenzaba a arderle, quería hablar pero aquello sólo ocasionaría que se lastimase más. Alguien… ayuda.

Escuchaba más pasos: dedujo que se trataba de muchas personas, entre ellas, su madre. Por dios, deseaba tanto verla pero no, sabía que esto no estaba bien. Se suponía que no iba a volver, ¿qué significaba…?

“No lo protegiste, no lo hiciste. Tú también querías que lo separaran de mí, ¿no es cierto? ¡¿No es cierto?!”

«Kimberly —se respondió a sí mismo completamente atónito—, ¿qué demonios me hiciste?»

—Está… ¡está despierto! —escuchó de una voz masculina. ¿El doctor, quizá?— Todos, ¡salgan, rápido! Enfermera… enfermera.

El dolor en su garganta, no lo soportaba.

—¿Mi hijo… mi hijo está…? ¡¡Billy!! —chilló.

Mamá… por fin la escuchó.

—Señora, tiene que salir.

—No, no, ¡tengo que verlo!

Sonrió en su interior. No querrá verlo después de saber la verdad acerca de su padre…

—¡Señora, salga, por favor!

Mamá… lo siento mucho.



Las puertas de la casa se abrieron y él sintió que lo que era abierto eran las puertas del cielo. Era verdad, realmente había salido del coma, estaba vivo, despierto y por fin, daba sus primeros pasos después del accidente. ¿Kimberly fue capaz de hacerlo regresar? Era sorprendente, simplemente sorprendente.

—Espera aquí —suplicó corriendo hasta perderse en el pasillo. Bill supuso que iría en busca de Gordon, su padre. ¿Qué le diría cuando lo viera? ¿Cómo reaccionar? Ni siquiera supo qué hacer cuando lo dejaron solo con su madre en el hospital. No sabía que decir, estaba tan feliz que realmente no sabía cómo actuar.

Echó un vistazo a las paredes de su casa, la sala, el comedor, si que hicieron cambios. El interior era color verde, Bill recordaba que antes era anaranjado. Cambiaron varios muebles y agregaron otros. Las fotos que yacían colgadas en cada rincón de la casa seguían estando en el mismo lugar dónde las vio por última vez: la de sus abuelos, la de su madre de bebé, la de él y Tom de niños, unas fotos familiares. Esta era su casa, como extrañaba sentir aquel calor hogareño.

Logró visualizar una foto de Tom a lo lejos. Sonrió, ¿cuál sería su reacción al verlo ahí de pie? Tal vez se moriría de un infarto, sería lo más probable pero, lástima que su hermano no estuviera ahí para verlo, unos policías se lo habían llevado…

Sus pupilas se dilataron al tiempo que sus piernas se doblaban sin piedad. Tom no estaba en la casa y no lo iba a estar porque lo habían arrestado: se había peleado con otro guardia, ese tal Roy, quién quiso abusar de Kimberly. Tom fue a defenderla pero lo único que había hecho fue caer fácilmente en la trampa de ¡Baecker!

—¿Cómo pude haber olvidado todo eso? —se preguntó completamente desorientado. Debía ir con sus padres a la estación de policía, sacarlo y regresar al hospital. Tenían que sacar a Kimberly como fuera lugar, ¡ella corría peligro!

—¿Bill? —alzó su vista al escuchar que su madre lo llamaba—, ¿pasa algo? —calló y pudo notar que la preocupación se plasmaba una vez más en su cansado rostro—. ¿Te sientes mal, Bill? Sí es así… no hay problema, nos regresamos al hospital y… —comenzaba a balbucear.

—No, no —negó e hizo una mueca de dolor. Todavía tenía una leve molestia en su garganta pero, tenía que dejar eso a lado, debía decirle ya acerca de Tom—. Mamá, por favor, no te alteres pero… ocurrió algo.

—¡Te sientes mal, lo sabía! —gritó exasperada pero calló al sentir que las manos de Bill en sus brazos la apretaron un poco.

—No es de mí, es de Tom.

Simone, confundida, frunció el ceño.

—¿Tom? —Asintió.

—Ocurrió algo en el trabajo mamá… ¡lo arrestaron! Tenemos que ir a la estación y sacarlo. Es una larga historia, pero se los explicaré a papá y a ti en el camino —soltó todo de golpe que, al terminar, tomó una gran bocanada de aire y su frustrado semblante se marchó al escuchar la carcajada de su madre.

—¿Pero qué tonterías dices, Bill? —volvió a reír soltándose del agarre de su hijo menor—. Tom no está en la cárcel —su boca se entreabrió.

—Mamá, escúchame —suplicó—, debes creerme, ¡él está…!

—Aquí —atajó haciéndose a un lado, dejando ver a su hermano mayor en el umbral del pasillo. Su boca se abrió mucho más y su cuerpo se tensó. ¿Qué hacía él ahí? ¿Acaso lo habían dejado salir? No, era imposible.

—¿Bill? —la voz quebrada de su hermano apenas y lo alcanzó. Seguía sumergido en sus pensamientos, ¿dónde estaban los pocos golpes que Roy le había dado, la mirada que delataba su amor, su sonrisa cansada, por qué lo veía con un poco más de peso? Tom había bajado demasiado esos últimos meses, ¿qué pasó?

—¿T…Tom? —tartamudeó al sentir su fuerte abrazo y sus lágrimas empapar su hombro—, ¿en verdad eres tú? —su hermano se separó de él y asintió sin habla. Después de mucho tiempo, sus rezos habían sido escuchados: Bill estaba de vuelta, no lo podía creer, no cabía de felicidad.

—Tal vez no me reconozcas por esto —señaló sus trenzas negras—. Me las hice hace casi ya un mes —presumió volviéndolo a abrazar—. No puedo creer que estés aquí, Bill. Si hubiera sabido, dios, juro que faltaba al trabajo e iba directo a recogerte allá.

—Trabajo —repitió en susurro—. ¡Trabajo! —gritó empujándolo con brusquedad: su hermano y su madre lo vieron estupefactos ante su repentino cambio de humor, Bill nunca había sido tan agresivo—. Dime Tom, ¿qué pasó? ¿Por qué te dejaron salir de la cárcel? ¿Dónde está Roy, qué te hizo Baecker? —calló con desesperación—, ¡¿qué pasó con Kimberly?!

El aludido y la mujer se vieron entre sí tratando de comprender lo que Bill les decía. No había sentido en sus palabras, ¿eso era algo común en los pacientes de coma?

—Eh… Bill, ¿de qué estás hablando? —preguntó tratando de no sonar como algún tipo de amenaza—. No conozco a ninguna de esas personas y tampoco he estado en la cárcel —hizo una mueca—, no al menos estos dos últimos meses.

—¡Tom! —le regañó Simone y éste se carcajeó.

Aquello sólo hizo enfurecer más al menor.

—¡Eres un imbécil! —señaló tratando de no perder el equilibrio—. ¡Kimberly está allá sola, sufriendo y tu aquí, fingiendo que nada pasó! ¿Cómo puedes decir que no la conoces?

—Bill, cálmate… por favor. —En el rostro de su hermano ya no había alguna pizca de burla.

—Quiero hablar con papá —exigió—. Él sí me escuchará, ¿dónde está?

La mirada de Simone decayó por los suelos y su hermano miró un punto perdido. Tenían caras largas, ¿quién se murió?

—… no.



La nieve comía completamente sus pies. Era casi imposible caminar por ese lugar, pero podía avanzar gracias a la ayuda de Tom. Ya se habían adentrado mucho y al parecer, todavía les faltaba: el frío comenzaba a calarle, pero no iba a dejar esto a medias. Debía… verlo.

—Ya casi llegamos —le avisó en susurro y Bill asintió.

Estaba en lo cierto, caminaron tres metros más y pudo distinguir una sencilla tumba siendo sepultada por aquella manta blanca. Ya no era necesaria la ayuda de su hermano así que soltó su brazo y continuó su camino por él sólo. Tom guardó distancia.

Los dos llevaban abrigos color negros, resaltaban con facilidad de todo aquel cementerio blanco, además, eran las dos únicas personas en el lugar.

Bill se dejó caer de rodillas al estar frente a la tumba de Gordon. Tomó todo el aire que pudo y temeroso, limpió la nieve que yacía en su epitafio. Las lágrimas por alguna razón no salieron, no tenían ganas de llorar, sus ojos estaban secos y sólo podía sentir que su rostro se congelaba cada vez más. Eso sí, su labio inferior temblaba y sentía una presión en su pecho, ¿cuándo pasó? ¿Por qué? Gordon era un hombre sano, no podía irse, no debía.

Y es porque no lo hizo.

Jörg A. Kaulitz. 

Cayó de sentón y pegó un grito al cielo ante el susto que se había dado. Tom rápidamente corrió a su lado y le ayudó a reincorporarse. Escuchaba que le preguntaba acerca de su estado pero lo ignoró por completo, a gatas, volvió a acercarse y releyó lo que estaba inscrito en la lápida. Su labio inferior tembló aún más. ¿Por qué su hermano lo llevó a este lugar, a visitarlo a él?

—¿Qué significa esto, Tom? —preguntó mirándole por el rabillo del ojo. Su hermano negó sin saber que decirle: ya no sabía cómo contestar a sus preguntas sin sentido.

—Me pediste ver a nuestro padre…

—¡Él no es nuestro padre! —le recordó poniéndose de pie—. Yo nunca me referí a él, ¡hablaba de Gordon! ¿Dónde está él? ¡¿Dónde está nuestro verdadero padre?!

—¡¡Quién demonios es Gordon!! —gritó perdiendo los estribos. Ya se había hartado, había pedido paciencia pero nunca se le concedió aquel don—. Desde que llegaste a la casa no has dicho más que estupideces —le dejó en claro—. Mira, Bill, la verdad no sé si esto sea por el medicamento, no tengo la mínima puta idea pero… comienzas a fastidiar. Basta de inventar personas, por favor.

—Yo no… he inventado…

—Yo trabajando en un manicomio, que me metían en la cárcel, que estaba enamorado de una loca —comenzaba a enumerar—. Que si el tal Dr. Jost, que si Georg, que si Gustav ¡¿quién diablos son esas personas?!

—¿Por qué no recuerdas? —preguntó después de un largo silencio. Los ojos de Tom se pusieron en blanco y pidió una vez más que parara. Ya no podía más.

La tormenta de nieve se hizo más fuerte al grado de cubrir cada una de las lápidas de aquel cementerio. Parecía un desierto, no había absolutamente nada más que esos dos hermanos discutiendo por una realidad dudosa.

Bill volvió a caer, pero esta vez, Tom no le ayudó. Estupefacto, veía la nieve: trataba de comprender qué demonios pasaba a su alrededor. ¿Quién había cambiado su vida? ¿Por qué Jörg es su padre, por qué Tom no recuerda… por qué volvió, por qué despertó?

—¿Con qué fin hiciste todo esto Kim? —cuestionó dándose por vencido.

—Alejarlos. Alejar a la gente mala.

Bill volvió a alzar su mirada y para su sorpresa, no fue a su hermano a quién vio: una niña con un abrigo color rosa estaba frente a él, mirándole, juzgándole. Había algo similar en esa pequeña, esos ojos… le recordaban a alguien.

—¿Quién eres tú?

—Kimy —respondió como si lo obligase a hacer memoria.

Kimy, Kim… esa niña. Esos ojos, Tom había dicho que le habían gustado los ojos de una niña, la que estaba en el consultorio del padre del Dr. Baecker, cuando sus padres seguían juntos.

—¿Kimberly? —dijo al fin, pero la niña negó.

—¡Soy Kimy!

Bill, tratando de digerir aquella información, se apoyó sobre su rodilla izquierda. La miró, la analizó, pensó y concluyó:

—Eres su parte… ¿infantil? —la niña sonrió.

—Su inocencia —se inclinó un poco hacia él—. Kim me ha tenido olvidada últimamente, así que decidí hacerle una visita —platicó llevándose las manos detrás de su espalda.

—Comprendo —murmuró tratando de pensar sin que le doliese más la cabeza—. Kim… Kimy, ¿podrías decirme, dónde estoy? —la niña abrió sus ojos sorprenida.

—¿No sabes? —rió—. ¡Yo menos! —el pelinegro bufó rendido, esto sería difícil—. Lo único que recuerdo fue que yo estaba con Kimberly, ¡por fin éramos una, después de mucho tiempo! Pero… me rechazó y me lanzó aquí contigo. ¡Es mala! —se quejó haciendo un pequeño puchero.

—¿Con… migo?

Lo recordó. Él había visto a la niña llamada Kimy cuando esa sensación cálida y abrumadora lo atrapó por completo. Ella dijo que Kim quería alejar a la gente mala de ella pero ¿no se da cuenta? Ellos eran sus amigos, por ende, no los podría alejar jamás. ¿Se sentía traicionada? Lo comprendía, pero eso no le daba el derecho de desquitarse con ellos.

—Ella quiere estar sola —la voz de Kimy atrajo su atención—. Siempre pensó que estaba mejor sola. Y creo que tenía razón —murmuró y Bill se dio cuenta que hacía un esfuerzo de no llorar—. Esa gente sólo la lástima, ¡como ese hombre!

—Pero… nosotros no somos esa gente.

—Y aun así no hicieron nada para ayudar —recordó. Otra vez aquella acusación.

—Bajamos la guardia, nos confiamos —confesó—. Fue un gran error, lo lamentamos tanto… —Baecker había ganado la batalla—, ¡pero eso no significa que perdimos la guerra! —Kimy retrocedió—. Estamos a tiempo de echarle a perder sus planes, recuerda que… no están solas. ¿Acaso olvidaron a Gustav y al Dr. Jost? Ellos podrán hacer algo por Tom, podrán hacer que regrese y nosotros estaremos a lado de Kim hasta que eso ocurra. No la dejaremos sola, ya no cometeremos ese error. Esperaremos y ayudaremos a que la saquen de ese lugar. —calló—. Eso es lo que quieren, ¿no? Ser libres de nuevo.

—¿P… podrán hacerlo realidad? —miró atónita la mano extendida del mayor.

—Con tu ayuda, por eso estás aquí también: quieres ayudar a Kim.

La niña, con lágrimas en sus ojos, asintió con todas sus fuerzas, tomó la mano del chico para después, estrecharla y ponerlo de pie. Era más alto de lo que aparentaba, ¿ella crecerá así también?

—Mi deber es que Kim vuelva a llevar a ese niño que todos tenemos dentro: que vuelva a creer, que vuelva a soñar, que vuelva a sonreír de verdad. Que disfrute de la vida.

Bill por fin lo comprendió todo.

—Y lo lograremos, juntos.

La nieve seguía incrementando, los sepultaba pero ninguno de los dos sentía el frío. Ya nada dolía, y el aire ya no era necesario.

Entonces, se dieron cuenta que habían regresado.


Nota final: ¿Qué tal? e.e, realmente espero y les guste este episodio, especial para Bill, se lo merece ;_; pero no sé, hablo del Bill de 17 años hahaha así me lo he imaginado toda esta historia, no puedo ver el actual sin pensar en lo que era antes ldskhflkhdf mis momentos cursis xd, en fin. Gracias por leer *-*  

1 comentario:

  1. O.o te juro Arly q tu siempre me sorprendes!!
    Osea Kim borro toda la memoria de Tom .. Ay nooo igual me angustioo ppbree esta solaa..

    Muero por saber como ayudaran a Kim..

    Siguelaaa porfaa prontooo.. Amo tu fic :D
    bye cuidate

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