-

-
Tercera novela. (Fandom: Tokio Hotel/ HIATUS)

12 may 2013

Capítulo sesenta y cinco.



Se encontraba solo en el pasillo: Jeny y Bill se habían marchado hacia el exterior del recinto a petición de la mujer. Según ella, no soportaba más aquel ambiente y necesitaba salir por unos momentos, pero Sam no era idiota. Él sabía muy bien a donde iba: con ese guardia de cabello largo.

No sabía con exactitud todo lo que pasó entre ellos dos, y la verdad, no le importaba. Sabía lo importante: tenían un romance y ella nunca lo pudo olvidar. Bah, tonterías de mujeres. Pero eso estaba mejor, que se fuera y que se llevara al mocoso de Bill con ella.

Necesitaba su tiempo a solas.

Miró por el rabillo del ojo una vez más aquella barrera y gruñó por lo bajo al tiempo que varias descargas azules invadían el círculo de protección. Lo que sea que Kimberly haya creado, se estaba haciendo más poderoso y no comprendía el porqué: ella estaba inconsciente, en un estado ausente. No podía controlar lo que yacía en el mundo exterior porque simplemente su mente no estaba ahí: estaba perdida. Entonces, ¿cómo demonios la barrera se hacía cada día más impenetrable?

Ya había perdido mucho tiempo. Eso sólo significaba que sería más difícil que la última vez: ahora, se le es casi imposible aprovecharse de la situación. ¿Por qué justo ahora? ¿Por qué cuando Baecker estaba más cerca de ella? ¡Maldición!

La última vez que Kimberly sufrió un ataque similar había sido gracias a otro ser que quería poseer su cuerpo a la fuerza. Ella entró en un estado de shock, estaba asustada, aterrada y gritando entre dientes en el rincón del baño, observando cómo los pocos productos para su aseo personal volaban por todo el cuarto sin dirección alguna, pero poco segundos después, los objetos se lanzaron contra ella.

Sam nunca podrá olvidar ese día. No por ella, no por él: sino por el ser que atacaba a la paciente sin control. Fue ahí cuando descubrió el poder que seres como ellos poseían. Estaba al tanto que podía hacer travesuras a los vivos, pero, ¿atacarlos? ¿Y con esa furia incontenible? Eso nunca se lo imaginó.

Debió ayudarla. Kimberly estaba siendo maltratada y un objeto, no recordaba cual, logró rasguñar sus brazos y su mejilla izquierda. Sí, por eso había comenzado a sangrar. Pero Sam no se movió de su lugar: seguía haciendo el papel de un simple espectador, tenía curiosidad: quería saber que era lo que ese ser desconocido quería hacer con ella.

—Basta.

El murmullo de la joven llamó la atención de los dos seres. El que la atacaba, detuvo los objetos y estos inmediatamente cayeron al suelo. Sam entrecerró sus ojos y retrocedió: había algo extraño en su voz. Se había hecho más grave, no sonaba como la Kimberly ignorante y desconfiada de siempre.

—Sí puedes verme, es por algo —espetó su atacante—. Tú tienes que servirme para algo, sólo para eso estas. ¡Serás mi cuerpo!

—No me toques —advirtió aun escondiendo su rostro entre sus brazos. Estaba en esa famosa posición suya: con sus piernas abrazadas en un rincón. Tonta, ¿cuándo aprenderá que eso no es siquiera una protección?

—Ese maldito —seguía hablando—, ese maldito me pagará todo lo que me hizo. ¡Lo mataré, vengaré mi propia muerte!

Los ojos del rubio se abrieron de sorpresa. Hablaba de alguien más, de matar, de venganza. ¿Hablará del mismo hombre? ¿Acaso él también… él también fue asesinado por ese maldito Doctor?

—¡¡No!! —gritó la mujer con todas sus fuerzas y Sam pudo distinguir muy bien que comenzaba a llorar.

El ser que trató de tocar su brazo comenzó a desaparecer. Kimberly ni siquiera lo miraba, seguía gritando y llorando como una… como una loca pero Sam sí vio todo y en ese momento, temió por él también.

Lo que haya hecho Kimberly había sido algo sorprendente: había logrado eliminar a su atacante, le había hecho sufrir y agonizar aunque eso ya no tuviera algún cuerpo para sentir. Algo alrededor de Kim había cometido aquel hecho y a la vez, hizo que la chica cayera inconsciente al suelo: se había quedado sin fuerzas.

Dudoso, se acercó a su cuerpo: sus ojos seguían abiertos pero no había absolutamente brillo o vida en ellos. ¿Había muerto? Su entrecejo se frunció y negó, ella no podía morir tan fácil.

—¿Kimberly? —la llamó poniéndose de cuclillas. No obtuvo respuesta y aun sabiendo que podía ser un riesgo tocarla, decidió tomar un mechón que cubría su rostro y ponerlo detrás de su oído. Soltó un suspiro agradecido: no ocurrió nada. Al parecer, lo que había hecho que el otro ser desapareciera, también se había ido.

—Mierda, ¿ahora qué hago contigo? —se quejó sentándose a un lado de la chica inconsciente—. Falta mucho para que alguna enfermera te descubra. Dime, ¿qué haremos hasta entonces, eh? —hizo una mueca—. Oye… ¿tan siquiera me oyes? —silencio—. No sé qué mierda ocurrió, pero me tienes que decir que fue lo que hiciste, ¿cómo mataste a alguien ya muerto?

Decidió callarse de una vez por todas. Kimberly no reaccionaría dentro de un buen tiempo así que no le quedaba otra cosa más que cuidar de su cuerpo.

“¡Serás mi cuerpo!”

Sus ojos se entre abrieron al recordar las palabras de ese ser. ¿Ser su cuerpo? Él… ¿quería poseerla o algo por el estilo? ¿Era eso posible?

Miró el rasguño que le había hecho. Le logró sacar algo de sangre, ¿podía limpiársela…? Podía, ¿tocarla? Sea como sea, debía limpiar ese líquido rojo.

—¿Q… qué?

Cerró su mano y rápidamente se puso de pie. Atónito, volvió a abrirla y miró su palma con estupefacción: cuando tocó la mejilla de Kim… algo dentro de ella trató de absorberlo. Se sintió como si tratase de tragarlo, algo… algo dentro de ella exigía el alma de Sam.

—¡Qué demonios…! ¿¡Por qué hiciste eso Kimberly?! ¡Maldita! —gritó sacando todo el susto que aquel suceso había provocado.

—Maldición, maldito mocoso. ¿Hice todo esto para que tú salieras victorioso? ¡Mierda!

—¿Quién dijo eso? —cuestionó mirando a su alrededor.

No sabía lo que ocurría, pero lo que le quedaba de su instinto le gritaba y rogaba que se fuera de ahí, de inmediato. Esto sólo traería problemas.

—¿A dónde crees que vas? En serio eres idiota. ¿No aprovecharás la oportunidad? El contenedor está preparado, puedes entrar y usar el cuerpo a tu voluntad.

Sam se quedó inerte frente el marco de la puerta. Aquellas palabras, ¿serán ciertas?

—Usar su cuerpo… a mi voluntad —repitió mirando de manera diferente a Kimberly—. Quieres… quieres decir que… ¿puedo profanar el cuerpo de alguien más? ¿Su cuerpo, el de ella…?

—¡Ja! Puedes hacer eso y mucho más, mocoso —lo que yacía en frente de Sam no era nada más que débil energía tratando de juntarse. Comprendió que eran los restos del ser que atacaba con furia a Kimberly, al parecer, logró salvarse—. Después de todo, ¿para eso son, no? Para usarse. Los cuerpos son sólo contenedores de almas. Cualquier alma puede usar el contenedor siempre y cuando este esté vacío.

Sam se tensó.

—¿Me estás diciendo que ella está…?

—¿Muerta? No. —Guardó silencio—. Lo más lógico es que lo esté pero, no. Ella es diferente, ¿tú lo sabes, cierto? —la mirada de Sam cada vez estaba más ausente. ¿Profanar el cuerpo de Kimberly para sus propios usos?—. Su alma se fue, no sé exactamente a dónde pero al mismo tiempo, sigue conectada a su contenedor. Como sea, esa es la señal de que otra alma pueda usar el cuerpo de esta chiquilla.

—Tú querías usarla —murmuró—. Quieres usarla para acercarte a alguien y matarlo. Lo sé, te escuché. Sólo dime una cosa: ese alguien es, ¿el Doctor Baecker?

—… ¿qué sabes tú de él?

Y lo demás, fue historia.

Todo en él se cegó completamente: con el simple hecho de saber que había una oportunidad de vengarse del daño que le fue causado, actuaría. No importaba qué.

La poca energía que quedaba de ese ser, desapareció por fin. Pero antes, se había atrevido a dejarle la obligación de vengarle y Sam lo iba a hacer: iba a vengar a todos.

Titubeó al momento de estar frente al cuerpo de Kimberly. Nuevamente, la idea de que tenía que profanarlo, aun estando vivo y perteneciéndole a alguien más, le perturbaba demasiado. ¿Sería capaz de hacerle algo así? Nunca creyó llegar tan lejos para lograr su objetivo pero, ya no había marcha atrás.

Lo sentía. Ya le había causado mucho daño pero era algo que tenía qué hacer, no importaba el asco que se tenía por eso y si Kimberly no fuera capaz de regresar a su contenedor. No, lo único que importaba era matar a ese bastardo. Y lo haría.

Aunque eso implicase ensuciar las manos de una inocente.

Se puso de rodillas, se sentía torpe: quería acomodar su cuerpo, recostarla en su totalidad pero si la tocaba de esa manera, sería absorbido. No había mejor palabra para describir aquel suceso, que esa.

—Perdóname, perdóname por esto —rogó aun averiguando como moverla—. ¡¡Es mi única opción!!

Gritó y con sus ojos cerrados atravesó el torso de la chica con sus dos brazos. Luego, gritó más: la energía que lo absorbía era demasiada, tortuosa y lo asfixiaba de sobremanera. Por primera vez, en mucho tiempo, tenía miedo.

Y lo peor de todo, es que algo no estaba bien.

—S...Sam… n…no

El brazo izquierdo se levantaba y no lo hacía él: Kimberly regresaba y la energía se hacía más pesada. Ahora, toda esa fuerza quería expulsarlo pero aun así, era débil.

Estaba decidido, entraría contra su voluntad.

—Quítate… por favor… quítate… para… ¡¡para!!

—¡¡Cállate!! —le exigió tratando de controlar sus emociones—. Es suficiente, no me retractaré. ¡¡Así que cállate!!

Pudo escuchar los llantos de Kimberly: los dos luchaban pero ella iba perdiendo. Era débil, ahí logró confirmarlo. Siempre que sus sentimientos ganaban, lo era. Pero de pronto, el lloriqueo se detuvo… Sam había ganado.

«Lo siento, lo siento».

Había demasiada oscuridad a su alrededor. El la controlaba y a lo lejos, pudo observar a alguien más siendo tragada por ésta.

Era Kimberly.

Sus ojos se abrieron de golpe y, cuando recuperó sus sentidos, se percató de que seguía en el pasillo del último piso. Miró a su izquierda visualizando esa maldita barrera de energía, seguía ahí, intacta y su fuerza seguía.

Restregó sus parpados con cuidado. Aquel era un amargo recuerdo y una horrible sensación que, sabía, estaba cerca de volver a revivirlo. Y esta vez, no iba a dudar nada.

—Sólo tengo que ser paciente, sólo debo esperar un poco más.



—Nunca pudiste soportar que alguien se aprovechara de la mujer —soltó al momento en que Tom terminó de contar lo sucedido. Omitiendo, claro, que la chica a la que defendió era su pareja—. Siempre me pregunté qué demonios pasaba en tus relaciones. Las chicas siempre te deseaban la muerte después de que las terminabas.

Sólo se encogió de hombros y al escuchar que su padre se ponía de pie, decidió verlo.

—Tu madre no tiene que enterarse, ¿está bien? No queremos que se preocupe. Ya tiene suficiente —Tom asintió—. En cuanto al trabajo, veré si hay algún vacante en el mío —suspiró—. Haré unas llamadas.

—No es necesario, puedo arreglarme…

—Suficiente —rogó poniéndole un alto con su mano—. Por primera vez, no quiero escucharte.

Nuevamente, se encogió en su asiento.

Gordon se marchó hacia la cocina y Tom se puso de pie desconcertando al también regañado Andreas. Con cuidado, tomó su abrigo y las llaves de la casa.

—¿Adónde crees que vas? —atajó su amigo deteniéndole del hombro.

—Debo ir con Kimberly —respondió acomodándose el cuello de su abrigo color negro.

—¡¿Piensas volver allá?!

Tom lo miró y por primera vez, Andreas supo que la situación era en serio.

—Pienso sacarla. ¿Me detendrás?

—Demonios —susurró hurgando en la bolsa de su pantalón—. No lo choques, ¿de acuerdo?

Tom sonrió y tomó las llaves del carro. Eso era un “haré lo posible.”

Todavía no sabía cómo iba a lograr pasar pero sí sabía que todavía conservaba a sus amigos del hospital.

—Gustav, es mejor que contestes el celular.



La enfermera venía bajando con la bandeja de desayuno y Jost la detuvo al notar que la comida seguía intacta y comenzaba a echarse a perder. Sabía muy bien que esa comida le correspondía a Kimberly ya que conocía a aquella mujer: es la única enfermera que había aceptado a la primera. Creyó que el factor que había influido era su edad, tal vez, Kimberly la veía como una figura materna o simplemente, pensaba que no sería ningún problema para su integridad.

Sea como sea…

—Disculpe, ese desayuno es de la paciente del 1014, ¿cierto?

La señora bajó su vista a la comida y asintió.

—Usted era su psiquiatra, ¿Dr. Jost? —el hombre entrecerró sus ojos al notar que la mujer apretaba el agarre de las bandejas, ocasionando que temblaran—. Gracias al cielo todavía está aquí.

—¿Sucede… algo?

La mujer no se movió.

—¿Recuerda usted como Kimberly permaneció ausente antes de… del ataque a ese guardia, Oscar?

Los labios de Jost se entre abrieron dispuesto a decir algo que todavía no tenía en mente. Tal vez, quería callarla, no quería saber. Realmente no quería escuchar nada.

No. No otra vez. No.

—¡¡Regresó!! —la enfermera lo miró atónita. Después de golpear la pared, su brazo tembló.

—Maldito bastardo, ¡¡me la pagará!


Nota final: Ugh, ese Sam o.o dkfsjfhdf ¿alguien se lo esperaba? o.o ohhhh ¿qué hará ahora? Respecto a Dr. Jost ¿irá a enfrentarse con Baecker directamente? kldshfkjgfjsdgfsd
Estoy en la semanas de proyectos finales y créanme cuando les digo: estoy muriendo por dentro c: kjfhskdjgfds el estrés es kjdfhksjdgaf siento que no lo lograré o.o en fin. Espero y disfruten de la lectura o.o & que tengan buen inicio de semana lml

Contact:
Tumblr  ~
ask~



1 comentario:

  1. Obvio q no lo esperabaa!! Dios ahora q pasara .. Te juro q quiero saber.. Q hara Tom y el Dr. Jost y todos q estan con Kik .. Porfa q no pase nada maloo siguelaa ni bin puedas..

    Mucha suerte en tus examenes y trabajos cuidate bye :D

    ResponderBorrar